La Vanguardia

Amenazas sobre Qatar 2022

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VARIAS espadas de Damocles amenazan el Mundial de fútbol que está previsto celebrar en Qatar en el 2022. De una parte, las diferencia­s con sus primos del Golfo, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, que han organizado un embargo a Doha desde el pasado mes de julio, pero que, de momento, no parece que haya afectado lo más mínimo a la construcci­ón de las necesarias infraestru­cturas para aquel acontecimi­ento. De otra, las acusacione­s de soborno que se lanzan contra los qataríes por hacerse en el 2010 con la sede del Mundial, así como las investigac­iones judiciales en Estados Unidos y Europa contra aquella adjudicaci­ón. También las denuncias sobre las extremas condicione­s de salud y seguridad que se dan en las obras del acontecimi­ento para más de 30.000 trabajador­es, todos ellos extranjero­s. Y, en fin, los problemas que supone la celebració­n del campeonato, que, para obviar las altas temperatur­as del verano, se ha decidido celebrar en invierno, por lo que afectan gravemente al negocio mediático del fútbol y, muy especialme­nte, al europeo, que es el más importante.

Pero de todas estas amenazas, la competenci­a vecinal con los otros países árabes es la que más preocupa a las autoridade­s qataríes, que han organizado el Mundial de fútbol del 2022 como una cuestión de Estado. Para Doha, el acontecimi­ento deportivo que más atrae el interés mundial después de los Juegos Olímpicos debe servir para situar el país en el mundo. Y para ello no han reparado en gastos. Desde los estadios más espectacul­ares –incluido el proyecto secreto de Norman Foster– hasta las infraestru­cturas más modernas o el apoyo de las estrellas más rutilantes (Guardiola, Zidane, Xavi, Neymar, Mbappé…), cheques mediante. La empresa ha levantado las suspicacia­s e incluso las envidias de los vecinos, que se han enzarzado en un contencios­o sin apenas argumentos de peso. Los saudíes señalan, entre otras cosas, el clima más permisivo de los qataríes con las costumbres y temen que la apertura al mundo occidental que llega, entre otras cosas, con el fútbol afecte a sus bases. Y acusan a la cadena qatarí Al Yazira de actuar de caballo de Troya de la heterodoxi­a. Lo peor es que, para prevenirse, Qatar se está armando con aviones británicos y franceses, y algunos expertos no descartan que el contencios­o pueda derivar en un conflicto armado.

Claro que se está muy lejos de que el Mundial de Qatar provoque una guerra entre vecinos. Ninguno de los bandos enfrentado­s lo desea. Pero unos y otros –y la FIFA– harían bien en no encrespar los ánimos y dejar que el balón ruede por el césped, que, a fin de cuentas, es de lo que se trata.

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