El oro verde
Lo denominan el oro verde aunque, según compruebo, también existe el oro amarillo, un aceite ecológico, que sus propietarios han denominado “L’oli de la república”. A su alrededor, 150 expositores (de los cuales, 32 son cooperativas, molinos y empresas del sector), venidos de todas las Garrigues y más allá, porque la Fira de l’Oli de las Borges, que este año llega a la 55.ª edición, se ha convertido en un espacio de alta calidad, y que gira, a su alrededor, grandes marcas, múltiples actos (incluso una “experiencia garriguenca” en un magnífico olivar), y una actividad económica de primera categoría. Las expectativas así lo avalan: se prevén 70.000 visitantes y más de 70.000 litros de aceite vendido.
Personalmente, es un honor haber sido la responsable de su inauguración. Y la frase no es un formalismo de la educación, porque ciertamente me he sentido honrada apadrinando un producto alimentario que es mucho más que alimento, mucho más que producto y mucho más que economía. Tal vez es una auténtica metáfora del país, que acumula algunos de los valores que nos definen como pueblo. Me intentaré explicar. El aceite es agricultura, geografía, salud y gastronomía. Pero también es memoria,
El olivo es el símbolo más preciso de la constancia y la resistencia de la gente que lo ha cultivado
cultura, constancia, resistencia y excelencia. Por una parte, es inseparable de nuestra historia, no en vano la cultura del aceite ha acompañado a todo el Mediterráneo desde hace miles de años, y con respecto a Catalunya, ha conformado el paisaje físico, pero también el paisaje humano: la cocina, las fiestas, la economía... El aceite es, pues, memoria y cultura. Al mismo tiempo, el olivo es el símbolo más preciso de la perseverancia y la resistencia de la gente que la ha cultivado, generación tras generación, a pesar de las dificultades y los azares que ha sufrido a lo largo de los siglos. Recuerdo que mi padre, que era un amante del aceite, siempre decía que el olivo era un árbol pausado, que crecía con la lentitud de las cosas bien hechas. Y añadía, “se planta para construir el futuro, porque es un árbol que se planta para la generación siguiente”. Lo dice el dicho y es profecía: “Casa de padre, viña de abuelo y olivo de bisabuelo”. La noble voluntad de perseverar...
Y finalmente, en el caso de Catalunya, y específicamente con la gente de las Garrigues, la cultura del aceite también es el deleite constante de este pueblo para conseguir la excelencia. Y un recorrido por la feria, donde se muestran aceites de primera calidad, muchos de ellos con acumulación de premios, y con una presentación exquisita, dan fe sobrada de ello. Añado un hecho que apuntala el optimismo: la cantidad de empresarios jóvenes que presentan sus productos, en un sólido y evidente proceso de renovación.
A la excelencia del aceite de las Garrigues, se suma pues, la juventud de muchos de sus productores. Gastronomía y constancia. Memoria y perseverancia. Cultura y excelencia.