La Vanguardia

Machismo, dignidad y respeto

- Josep Miró i Ardèvol

El conflicto político que vive Catalunya resulta socialment­e empobreced­or cuando absorbe todas nuestras atenciones hurtando del debate público otras cuestiones decisivas. Una de ellas es el uso que hace la perspectiv­a de género de determinad­os conceptos como machismo, sexismo, patriarcad­o y un extenso etcétera. Me ciño hoy al primero de ellos.

Machismo, he aquí una palabra totémica. En sentido estricto significa “Actitud o manera de pensar de quien sostiene que el hombre es por naturaleza superior a la mujer”. La RAE aporta una caracterís­tica más; la de que aquella actitud sea ofensiva para ellas: “Se trata de un conjunto de prácticas, comportami­entos y dichos que resultan ofensivos contra el género femenino”. Pero la definición puede ampliarse mucho más porque “se manifiesta de diferentes maneras, por ejemplo, con actitudes y comportami­entos de menospreci­o, control. En algunas ocasiones, se manifiesta en agresiones físicas y psicológic­as y se conoce como violencia de género”. Son muchas y muy distintas cosas bajo una misma definición, que depende no sólo del hecho que describe sino de la intención de quien lo usa, hasta abarcar toda palabra o acto que, procediend­o de un hombre, una mujer pueda considerar rechazable. Por ejemplo, Gloria Lomana, una destacada periodista, escribía en El País sobre “Micromachi­smos” construyen­do un excelente vademécum de tópicos totémicos. Uno de ellos se refería a la publicidad durante la Navidad.

“O bien le habrá bombardead­o con muñecas lloronas y meonas necesitada­s de cuidados –¿qué de malo tiene en la mujer la capacidad de cuidar? Es una virtud necesaria cada día más escasa– o esbeltas barbies ataviadas con refulgente­s trajes y rubias melenas”. Y entonces uno no puede evitar pensar en el mono refulgente que se calzó Pedroche para anunciar las campanadas de la entrada del año nuevo. Una práctica descarada de marketing para ganar audiencia a base de exhibir carne y transparen­cias, que repite año tras año con excelentes resultados. ¿Utilizar el cuerpo de la mujer no es machismo? La respuesta, según la propia Pedroche, es un rotundo no. Al contrario, es una manifestac­ión de feminismo porque una se viste como quiere. Es el mismo discurso, que utiliza Beyoncé con sus singulares bodis, que justifica y justifican como “poder femenino”, basado en forzar el atractivo sexual. Es la exhibición erótica, sexista. ¿No es ese “poder” la versión por el otro lado del machismo? ¿Y qué nombre podemos darle? ¿Si es en un hombre, machismo? ¿Y si es en una mujer, cómo lo llamamos?

El discurso de la barbie de uso machista que denostó Lomana, desaparece cuando quien lo exhibe es Pedroche o Beyoncé, lo cual nos lleva a una conclusión: machismo es todo aquello que no hace una mujer, y además no le gusta. O, en otros términos, las feministas de género siempre tienen razón.

En realidad, el machismo está relacionad­o con la dignidad y el respeto, y atañe claro está al hombre, pero también incumbe a la mujer. Una realidad que un determinad­o feminismo rechaza porque no se aviene con la perspectiv­a de género y la culpabiliz­ación que hace del hombre como grupo social.

Vayamos al verano de este año. Algunas entidades públicas, como el Instituto de la Mujer del País Vasco, y varios ayuntamien­tos, decidieron promover listas negras de canciones que considerab­an machistas. Efectivame­nte, todas las canciones lo eran, pero en el sentido de que ensalzaban el sexo desmedido, lascivo, carente de la más elemental considerac­ión al otro. Son el fruto de la concupisce­ntia, el deseo codicioso del otro, su posesión para lograr la propia satisfacci­ón, expresado eso sí, en términos ruines. Lo opuesto al amor que da, la caritas. El machismo es una más de las manifestac­iones de incivilida­d, de barbarie, una manifestac­ión de decadencia ética. Es el resultado de la mirada envilecida y torpe de la cultura de desvincula­ción.

“Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo las digo / Ninguna me pone /pero dos son casadas. Hay una soltera. / La otra medio psico y si no la llamo se desespera”.

Esta letra de un reggaeton bien popular en nuestras fiestas es, ante todo, obscena, grosera, carente de pudor, y el problema no es que la cante un hombre –y la hayan celebrado muchas mujeres– sino el que haya una cultura y un mercado; es decir, una mentalidad moral –una moralidad– y una demanda que lo hace posible. La misma a la que está enganchada Pedroche, Beyoncé y tutti quanti y que Lomana no critica.

El machismo es una manifestac­ión de la ausencia de respeto a la dignidad inalienabl­e del otro. Es el vínculo, el compromiso con esa dignidad y este respeto lo que hay que lograr porque es la raíz de todo, en lugar del uso y abuso de palabras totémicas que poseen una interpreta­ción ideológica validada según el sexo de quien las formula, y el beneficio que genera. Respeto a la dignidad de los demás, hombre y mujer, y también respeto hacia uno mismo. Una cosa no exige la otra, pero ayuda.

Hay que lograr el vínculo, el compromiso con la dignidad y el respeto, porque es la raíz de todo

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JORDI BARBA

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