Transversal
Desde hace un tiempo está de moda, políticamente hablando, la palabra transversal. El diccionario de María Moliner define esta palabra, entre otras cosas como: “Atravesado, cruzado, a través”. Y el sentido que se le da desde la política es básicamente una valoración de algún concepto simple y propalado que atraviesa y es aceptado por todas las clases sociales para configurar un mito irrenunciable. De manera que, de entrada, hay una cierta mala fe en propagarlo para tener tan sólo unos réditos de poder, así de claro.
Quizás la única cosa, no sólo transversal, sino universal, es la conciencia de la fragilidad de la condición humana; el ser humano sabe que es temporal y que morirá un día u otro, este conocimiento le infunde temor y contra este miedo tan sólo encuentra consuelo en la compañía de los demás. Hay compañía en las familias y los amigos, tal vez, pero también se encuentra compañía en los grupos que se forman bajo un paraguas ideológico, sea cual sea su programa. Lo más importante no es el programa en sí mismo, sino la compañía de los unos con los otros. Así se pueden entender las alianzas que se hacen entre unos grupos políticos y otros; cuanto mayor sea el grupo, produce más sensación de poder contra el miedo primigenio.
Desde tribunas públicas, ahora se dice que ya no existen ni formaciones de derechas ni de izquierdas y eso no es verdad. Las clases sociales están ahí y la derecha sigue siendo conservadora porque quiere conservar lo que tiene y la izquierda está ahí porque quieren la redistribución de la riqueza en el mundo, y ahí no hay nada transversal, de hecho, es imposible. En democracia el voto es importante pero no lo es todo, lo que importa de verdad es un mundo más justo y equitativo, y por mucho marketing que se haga de lo transversal, esa palabra es una más de las que conforman la perversión del lenguaje que últimamente se usa tanto. Los buenos políticos lo saben desde siempre y su trabajo, si lo quieren hacer bien, es encontrar las medidas necesarias para combatir la pobreza y procurar una vida digna a todos sus gobernados. La tarea es enorme porque en este país, las distancias entre ricos y pobres ahora son abismales. Hacer una buena política es eso y nada más.