BComú y oposición dilatan un mal serial presupuestario
La oposición a Ada Colau se reserva el voto para el minuto final y prorroga otra semana la ‘negociación’
El PSC, hasta hace poco socio de los comunes, compite con el PP por el título de principal azote del gobierno
Antes de que la batalla entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo español irrumpiera en nuestras vidas, nos pasamos años, décadas enteras, hablando de la creciente desconexión entre la política y la sociedad. Ayer, aquel tópico revalidó su vigencia en la sala Lluís Companys del Ayuntamiento de Barcelona durante la discusión –una más, y no será la última– de los presupuestos municipales para este año. Desde que el gobierno de Ada Colau presentó su proyecto de gastos e ingresos, el 10 de octubre del 2017 –a la sociedad BComú-PSC le quedaba todavía un mes de vida–, y hasta el próximo viernes, 26 de enero del 2018, cuando se efectuará la votación definitiva en el pleno consistorial, gobierno y oposición han practicado –¿o acaso habría que decir que han simulado?– una negociación que, en ocasiones, como apuntaba ayer el republicano Alfred Bosch, no ha ido mucho más allá de alguna charla de ascensor entre líderes políticos y de muchas horas de infructuoso análisis y discusión de partidas a cargo de los técnicos de los grupos.
Al final, el presupuesto del 2018 se aprobará sí o sí, como sentenció ayer el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello. Hace unas semanas, todo parecía indicar que las cuentas hechas por el equipo del número dos del Ayuntamiento saldrían adelante por la vía del sometimiento de la alcaldesa a una cuestión de confianza. En los últimos días, sin embargo, curiosamente desde que se concretaron los acuerdos para la elección de la Mesa del Parlament, ha ganado enteros la opción de la abstención múltiple, que abrazarían en este momento el PDECat, ERC y el PSC. Ayer estas tres formaciones, al igual que Ciudadanos, la CUP y el concejal no adscrito Gerard Ardanuy, hicieron reserva de voto en la sesión en la que se debatieron –es un decir– las alegaciones presentadas. Dilataron así, un poco más, hasta el próximo viernes, el desenlace de este serial presupuestario que difícilmente ganaría el premio al mejor guion y a las mejores interpretaciones. Visto lo visto, sólo el PP lo tiene clarísimo: no se moverá del no.
Aunque es muy posible que acaben evitando a la alcaldesa el apuro de dejarla sola y abocada a una cuestión de confianza que sólo serviría para prolongar la función durante otro mes (las probabilidades de que la oposición se una para derrocar a Ada Colau son inferiores a cero), ayer todos los grupos, sin excepción, zurraron dialécticamente a los comunes de lo lindo. La portavoz del grupo Demòcrata, Sònia Recasens, volvió a calificar de “desconfiada” la relación entre el principal grupo de la oposición y el gobierno, a pesar de que este ha aceptado algunas alegaciones que podrían inclinar al PDECat hacia la abstención. Este gesto ha bastado para que Ciudadanos, PP y PSC hayan convertido en mantra denuncia la supuesta alianza de Colau con el independentismo. En este contexto llama la atención la postura del PSC, que ha pasado de compartir gobierno con BComú a disputar al PP el papel de mayor azote de la alcaldesa. La concejal socialista Montserrat Ballarín ha patentado el neologismo “colauvergencia”, y tanto ella como sus compañeros de grupo insisten estos días en la “deriva independentista” de su exsocia, en el paso traumático que ha dado Barcelona “de un gobierno de izquierdas a un gobierno con la antigua Convergència”.
Según el PSC, el modelo de ciudad de Ada Colau “se ha desdibujado tanto que se ha borrado”, y el cambio de actitud de los comunes llega al extremo de “enterrar el tranvía”. En realidad, BComú sólo ha aceptado eliminar del presupuesto una partida de más de 400.000 euros para estudios sobre la conexión a través de la Diagonal, una partida que, con la misma facilidad que ahora se ha esfumado, reaparecerá, por la muy frecuentada vía de la modificación de crédito, cuando el presupuesto esté ya vigente. Colau no ha renunciado al tranvía, y no sería de extrañar que, cuando a finales de febrero acaben los trabajos de la comisión técnica que aborda este proyecto, comience a gestarse el tram-acuerdo entre BComú, ERC y el propio PSC.
En teoría, el sentido del voto en unos presupuestos puede variar en función de que se acepten unas cuantas propuestas que, en la práctica. apenas suponen mover de sitio unos pocos millones de euros. Ayer, Pisarello dijo: “Sería bueno un acuerdo de fuerzas políticas que discrepan en la cuestión nacional”. Pero el teniente de alcalde está tranquilo, muy tranquilo. “Si no se pueden aprobar con el máximo acuerdo, lo haremos por otras vías”.