Venezuela en el alma
Dos restaurantes, Caña de Azúcar y el nuevo Medio o Pinto, quieren aportar su toque creativo al mestizaje de la cocina venezolana
Comparten recuerdos de sabores, de fiestas familiares siempre en torno a la mesa o de viejas tradiciones culinarias. Pero no es la nostalgia de su país lo que une a las venezolanas Adnaloy Osío, cocinera del Caña de Azúcar (Muntaner, 69), y Carolina Marín, quien acaba de abrir con su marido, Christian Laprea, el nuevo Medio o Pinto (Calvet, 27), como la inspiración en la gastronomía de su tierra, con su inmensa riqueza de mestizaje. De ahí parten los platos de sus restaurantes, donde trabajan con el producto que compran en Barcelona “porque allí la cosa está fatal”. Ambas afirman que quieren dejar alto el listón; hacer cocina con un toque creativo inspirada en Venezuela y atajar el prejuicio de que la cocina de su país no tiene interés.
Adnaloy llegó hace una década. Estudió en Hofmann y después pasó por Martín Berasategui en Donostia y Mugaritz. Hasta que abrió junto a Samuel Calderón su propio restaurante, Caña de Azúcar, fue una carrera de idas y venidas, de promesas y desengaños en la pesadilla de conseguir los papeles. Madrid, Berlín, Turín, Barcelona... También buenos recuerdos trabajando en Punto MX (Madrid) o con Jordi Cruz en Barcelona... Buenos recuerdos sobre una mochila cargada de preocupaciones. Por las separaciones, por su hermano mientras estuvo preso en su país por motivos políticos... Acompaña a la cocinera su hermana Adriana, que se ocupa de los postres. Lo que más les gusta de la cocina venezolana, explican, es su capacidad de unir y de “llegar al corazón, porque es el fruto de la mezcla de culturas: Venezuela está llena de portugueses, de italianos, de españoles, de peruanos...”. Platos como la versión del vuelve a la vida (típico de la zona costera, con pescado y marisco), el pabellón criollo (bola crujiente de plátano maduro rellena de carne y queso sobre un cremoso de frijoles) o la arepa galipanera (crujiente de maíz con pernil guisado en cerveza) son una muestra de su interpretación de esa mezcla.
Echa de menos el ají dulce, fundamental en su despensa. También en la de Carolina Marín, la abogada que abrió pocos días antes de acabar 2017 el nuevo Medio o Pinto: sus hijos estudiaban en Barcelona, una ciudad que le entusiasma y por la que decidió dejar su trabajo en una petrolera para abrir un restaurante. En Venezuela se matriculó en una escuela de gestión de restauración. Lo que no esperaba es encontrar allí a un cocinero del que se enamoró y con el que ha abierto este restaurante en el que cuentan con el asesoramiento de Zavier Zambrano (jefe de cocina en Alto, en Caracas), que pronto se instalará en Barcelona. También en este restaurante que rinde homenaje a un personaje típi-
Ambos restaurantes se inspiran en la gastronomía del país, que preparan con ingredientes locales
co de los carnavales de El Callao, en el sudeste del país, se apuesta por el toque creativo con una propuesta que va del menú de mediodía a 15 euros, al menú degustación venezolano (50 euros) y el picoteo (o picata) en la planta baja. También ellos tienen su versión del vuelve a la vida ( más parecido a un salpicón de marisco), que con la cachapa en dos tiempos (con pernil , queso ahumado y cremoso de maíz) o el sabroso osobuco con arracacha crujiente, queso fresco y salsa de chocolate, son parte de ese menú todavía en rodaje. En los fogones también está la hermana de Carolina, Taniana, que dejó su trabajo como ingeniera para dedicarse a su otra profesión.
El nombre Medio o Pinto rinde homenaje a un personaje de los carnavales del Callao, en el sur del país