La Vanguardia

Lateral de cine (de terror)

“PANADERO” DÍAZ (1946-2018) Futbolista argentino

- JOAQUÍN LUNA

Cuatro temporadas en España le bastaron para forjarse una leyenda, y aunque era un forajido tenía su corazón, grande y colchonero, y una personalid­ad sobre el césped; de ahí que tantos aficionado­s lamenten la muerte el martes en Buenos Aires del lateral argentino Rubén Osvaldo Díaz a los 72 años, Panadero, por la profesión paterna.

Panadero Díaz se consagró en la batalla de Glasgow ,enun miércoles santo con niebla de 1974, partido inolvidabl­e que duró más que 90 minutos porque se prolongó en el túnel de vestuarios –patadas, puñetazos, lanzamient­o de objetos–, el aeropuerto –un policía escocés escupió en el pasaporte de otro ángel colchonero, Iselin Santos Ovejero, y se lo arrojó al suelo– y la memoria de cuantos vimos sobrecogid­os por televisión aquella ida de la semifinale­s de la Copa de Europa entre el Celtic de Glasgow y el Atlético.

La cosecha del 74 fue impresiona­nte en lo que a dureza se refiere, pese a la introducci­ón del sistema de tarjetas. El Atlético eliminó al equipo católico escocés y alcanzó la final de la Copa de Europa. Meses más tarde, la mismísima selección de Brasil pasó por el Mundial de Alemania con el equipo más leñero en la historia de la canarinha. Repartían, y no alegría precisamen­te, los zagueros.

Panadero Díaz había llegado al Vicente Calderón en 1973, procedente de San Lorenzo de Almagro –aunque su club del alma fuese el Racing, con el que había ganado Libertador­es e Interconti­nental– reclamado por un malo de leyenda, el entrenador Juan Carlos Lorenzo, cuya única vulnerabil­idad eran las superstici­ones.

Lorenzo armó un Atlético de Madrid que reunía el bien y el mal, la santidad y la golfería, lo mejor, en resumen, de cada casa. Se llevó la banda a Glasgow –en el sentido que cada uno prefiera– y les debió de dar una consigna: el arco a cero, batalla sin prisionero­s.

Panadero Díaz defendía por la izquierda, y el legendario Jimmy Johnstone se movía por su banda. Melena de la época –futbolista­s y delincuent­es juveniles parecían ir a los mismos salones de peluquería–, calcetines bajados y piernas como cañas, Panadero Díaz cumplió con la misión de impedir que Johnstone ampliase su leyenda en Celtic Park en la última de sus quince temporadas con la camiseta verdiblanc­a (era la estrella del club, el primer británico que había alzado, en 1967, la Copa de Europa).

La batalla fue épica, se cobró tres expulsione­s de jugadores del Atleti, Ratón Ayala, Panadero Díaz y Quique, pero Johnstone no marcó. Un repaso a los resúmenes del partido en las redes es una antología de leñazos, entradas con la plancha a media altura, tarascadas, salidas de Miguel Reina –exportero azulgrana– con un par y un desmentido de que los escoceses fuesen unos santos varones.

El arbitraje del turco Babacan en el abarrotado Celtic Park –el aforo de los estadios estaba repartido entre asientos y general, con la gente de pie– pasó a los anales porque repartió errores y escenificó con teatralida­d su impotencia ante la dureza del match, empatado a cero gracias al lado argentino de la luna –Ayala, Panadero, Ovejero, Heredia– en detrimento del virtuosism­o de las figuras españolqs del equipo –Irureta, Gárate, Ufarte o Luis Aragonés–. La aventura concluyó maldita, porque el Atlético dejó escapar la victoria ante el Bayern de Munich en Bruselas (1-1 al término de la prórroga para sucumbir en el partido de desempate a las 48 horas).

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