La cultura como la vida cotidiana
Cuando en el año 2006 el Institut de Cultura de Barcelona (Icub) elaboró el plan estratégico de cultura con el subtítulo de 06 Nous accents, se planteó en su redacción dos aspectos que se presentaron como innovadores: la transversalidad como elemento metodológico y la interculturalidad como instrumento para interpretar la ciudadanía. El primer aspecto incorporó el debate al análisis de intereses, necesidades y potencialidades de lo que se llamó “actores directa o indirectamente vinculados a la cultura”.
La interculturalidad se planteó como un recurso imprescindible para interpretar a la ciudadanía barcelonesa y a los productores y consumidores globales de la cultura de la ciudad. Cito textualmente la presentación de Nous accents: “En los últimos años, Barcelona ha vivido una enorme transformación en cuanto a la diversidad de procedencias de sus habitantes. Las políticas culturales pueden y deben hacer aportaciones a la construcción del imaginario de ciudadanía, que implica también generación de cohesión social”.
En este documento, por primera vez, algunos agentes culturales del extrarradio empezamos a pensar en la idea de una estrategia cultural de alcance metropolitano, que superara las fronteras capitalinas, como había ocurrido ya hacía tiempo en otras grandes ciudades europeas. Incorporar al debate gestores de equipamientos culturales de municipios metropolitanos era un primer paso. Para muestra, un botón: el Museu de l’Hospitalet representado por su directora Puri Loscos y el Museu d’Història de la Immigració (MHIC) de Sant Adrià de Besòs fuimos invitados a las mesas de trabajo de diversidad cultural y ciudadanía coordinadas por Jordi Sánchez i Picañol.
Busco en mis notas de trabajo de aquellas sesiones y leo: plantear el concepto de diversidad cultural e interculturalidad no como la relación entre una cultura patrón en la sociedad de llegada y nuevas culturas que se adhieren desde una perspectiva jerárquica (marco en rojo: no necesariamente migradas) sino como lenguajes fluidos y territorios cambiantes en los que se desarrolla la vida cotidiana. Y sigo: sería importante que las iniciativas culturales se reinterpretasen desde diversos escenarios incorporando a una misma acción las identidades que cada territorio y cada momento determinen.
En el siglo XXI, el territorio diverso se convierte en el escenario de la cultura. Puede ser un territorio virtual o real, pero siempre será generador de identidades. Llevar a Barcelona más allá en materia de cultura es sacarla de Barcelona y llevarla al suburbio, a la red y al territorio metropolitano al Raval y al arrabal...
Había arraigado ya en el 2006 el concepto de estrategia cultural metropolitana. ¿Y ahora… seguimos en ello?