Posesión invernal
La autora habitual de esta crónica está demasiado ocupada en sí misma, y hoy voy a sustituirla. Mantengo su nombre, si no es su nombre el que me posee. Porque: ¿son nuestros los nombres, o les pertenecemos? La protagonista de La
sonámbula, segunda novela de Miquel Molina, se llamó Ginebra hasta los cinco años y luego se lo cambiaron por el de Marta. ¿Qué ocurre con aquella identidad interior? ¿Qué hay de todo lo que fuimos, y de esas personas que pasaron por nuestra vida, fueron tan importantes y con las que apenas guardamos contacto? Publicada por Destino, la novela del director adjunto de La Vanguardia habla de la dificultad, a veces perversa, de aceptar la pérdida. También habla de los vecinos, esos desconocidos. Y de venenos. Y de muñecas. Y del firmamento. Y de los dobles. Y de libros antiguos que huelen a un paisaje después de la lluvia (a tabaco, a tiempo, a sudor), y de películas en blanco y negro. Y del gato de Schrödinger. Y de las libertades más o menos frustradas. Aunque expuesto así suene caótico, todo ello conforma un universo cotidiano bello, elegante, cargado de humor, en caída libre.
En la +Bernat hay tantos compañeros de Molina que alguien pregunta si saldrá el periódico. Están el director de La Vanguardia, Màrius Carol, también Sergio Vila-Sanjuán, Llàtzer Moix, Lola García, Enric Sierra, Manel Pérez, Isabel Garcia Pagan, Maricel Chavarría, Nacho Orovio, Carlos Zanón. En primera fila se han sentado la editora de Destino, Anna Soldevila, el director de Grup 62, Emili Rosales, la agente literaria Anna Soler-Pont. Veo a Jaume Collboni, a Santi Vila, a Luis López Lamadrid, a Joan-Pere Viladecans, a Pepe Ribas. Al final, mientras el autor firma ejemplares sin parar, Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores, habla con Basilio Baltasar sobre el hecho de que un 40% de la población no lee nunca. A mí lo que me sorprende es que un 40% de la población se atreva a admitir algo así. La editora de Elba, Clara Pastor, le dice a Jordi Amat que su padre es fan de La conjura de los irresponsables (Anagrama) y él atribuye el éxito a su extensión; tiene cien páginas.
También sobre la imposibilidad de retener lo que tuvimos trata Les possessions, novela con la que la autora habitual de esta crónica ganó el III Premi Llibres d’Anagrama. Su nombre nunca aparece en los textos que firma, así que la llamaremos A, pseudónimo con el que se presentó. Esa es la letra que levanta en La Coromines del CCCB, como si fuera un Oscar o una Copa de la Champions, y no un solemne galardón literario. Sergi Pàmies –miembro del jurado con Imma Monsó, Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Silvia Sesé e Isabel Obiols– recela un poco de esta alegría descarada y sostenida, a ver si acabará volviéndose contra la autora. Pero es fruto del puro agradecimiento y ella sabe que, como aquel título de Milena Busquets, También esto pasará. Por eso lo celebra mientras pueda y memoriza sin contención todo lo que la rodea: Jorge Herralde y Lali Gubern charlan alegremente con Mònica Martín. Los anteriores premiados, Albert Forns y Tina Vallès, brindan con la finalista de la primera edición, Anna Ballbona.
El amor contagioso está en el aire y se desprende de Elena Cuesta, Anna Guitart, Álvaro Colomer, Luis Solano, Nico Villarejo, Txell Torrent, Guillem Terribas, Robert Juan-Cantavella, Eloi Fernández-Porta, María Angulo, Marc Pastor, Joan Carles Girbés, Míriam Cano, Jordi Nopca, Núria Cots, Pilar Beltran, Dani Costafreda, Joan Sala, Montse Ayats, Pau Subirós, Jane Pilgrem. ¡Un momento! ¿Ese de ahí es Achero Mañas? Ella aparece fugazmente en su película Noviembre; si la ven, atentos a las décimas de segundo en los que una camarera con coletas entra en primer plano a la cocina de un bar. Pero ¿qué hace aquí Irvine Welsh? Selfie ahora mismo. Si algún momento de la noche se parece a Trainspotting, será desde que salgan del Almirall y hasta las cinco de la mañana. En cualquier caso, nadie lo recuerda.
Llamamos realidad a eso que llega cuando todo pasó. Vuelves a ella de forma paulatina o te das de bruces con ella. La cuestión es que entonces te preguntas dónde quedó lo otro. ¿Qué fue de los cantautores? es lo que Luis Pastor se pregunta en sus memorias en verso, publicadas en coedición de Nórdica y Capitán Swing. Las presenta en una repleta Casa del Libro, con Joan Manuel Serrat y Paco Ibáñez que, por las cosas que dice, parece poseído por mi padre. O quizá es el espíritu Ibáñez el que da voz a toda una generación: “El enemigo son los norteamericanos colonizadores, obligan a que todo el mundo hable inglés, es insoportable, no se puede salir de casa, estamos perdiendo la cultura y las señas de identidad”.
El único triunfador en el mundo, según Pastor, es ese capitalismo al que la izquierda no ha sabido enfrentarse: “Hace años que no somos la alternativa, no estamos haciendo la autocrítica necesaria; o espabilamos y nos reinventamos, o seguiremos a la deriva”. Serrat recuerda que en el 68 el enemigo estaba claro. Ahora todo es muy confuso. “La connivencia entre las estructuras de poder es muy descorazonadora”, dice. Y si bien la derecha sabe qué elementos poner sobre la mesa (Dios y dinero), los movimientos progresistas tienen dificultades para crecer y consolidarse. En fin, nada es para siempre. Así que poseámonos por nosotros mismos y disfrutémoslo a tope, antes de dejar de ser quien fuimos.
Llamamos realidad a eso que llega cuando todo pasó; vuelves a ella de forma paulatina o te das de bruces con ella