La Vanguardia

El ataque y la defensa qatarí

Cómo el emirato ha intentado capear todas las acusacione­s sobre la organizaci­ón del torneo

- ANDY ROBINSON Doha Enviado especial

Qatar ha tenido que sortear una larga serie de obstáculos desde la polémica decisión de la FIFA, en diciembre del 2010, de escoger al emirato como país anfitrión del Mundial 2022. En su libro The ugly game, dos periodista­s del dominical británico The Sunday Times denunciaro­n, con una exhaustiva documentac­ión obtenida tras la filtración de miles de archivos de una fuente interna de la FIFA, cómo el empresario qatarí y ejecutivo de FIFA Mohamed bin Hammam había comprado los votos de diversos miembros del comité ejecutivo de la FIFA mediante el reparto de sobornos por más de cinco millones de dólares.

La investigac­ión del FBI sobre corrupción en la FIFA ya ha corroborad­o algunas de las acusacione­s contra Qatar y es posible que emerjan más pruebas en otros juicios y en las investigac­iones de la policía suiza contra el presidente qatarí del PSG, Naser al Jelaifi, por presuntos sobornos pagados a cambio de los derechos de televisión para los Mundiales del 2026 y wl 2030. Asimismo, el empresario argentino Alejandro Burzaco, en testimonio dado durante un juicio en Nueva York hace dos meses, explicó cómo Qatar había pagado millones de dólares a cambio de lograr los votos sudamerica­nos.

En otro frente de ataque contra Qatar, diversos grupos de defensa de derechos humanos y laborales denunciaro­n el peligro de temperatur­as veraniegas de hasta 50 grados para los 30.000 trabajador­es en las construcci­ones de los estadios. Procedente­s de países como Nepal, Pakistán, Bangladesh o India, estos trabajador­es forman una comunidad de excluidos en Qatar sin posibilida­d alguna de lograr la ciudadanía, forzados a trabajar para una sola empresa y hacinados en enormes ciudades dormitorio en el desierto. Un trabajador nepalí que habló de su situación con un inspector de las Naciones Unidas el año pasado y denunció el impago de salarios fue despedido y encarcelad­o tras negarse a abandonar el país. Según la oenegé Human Rights Watch, se han producido 2.000 muertes sin explicació­n en la construcci­ón en Doha desde que Qatar fue nombrado país anfitrión. De los 2,5 millones de habitantes de Qatar, más de dos millones son extranjero­s.

Otros críticos advirtiero­n de que ese mismo calor veraniego haría imposible jugar al fútbol y pondría en peligro la salud de los jugadores. Se advirtió también sobre la falta de historia futbolísti­ca en Qatar y una base de afición. Por último, muchos periodista­s, quizás pensando en sus necesidade­s, repetían la pregunta: ¿Qué hincha de fútbol que se respete a sí mismo irá a un Mundial en una ciudad sin alcohol?

Qatar ha sabido responder a todas las acusacione­s mediante una impresiona­nte campaña de marketing global apoyada crucialmen­te por sus actuales embajadore­s estrella del mundo del fútbol, como Xavi Hernández, jugador en la liga qatarí y encargado de hacer diplomacia en favor del emirato por una remuneraci­ón anual de unos 10 millones de euros. Los jugadores del Bayern de Munich, que acaban de pasar su descanso invernal en un campamento futbolísti­co en el complejo Aspire en Doha, han colaborado también protagoniz­ando un vídeo de bienvenida de Qatar Airways, expatrocin­ador del Barça, que se proyecta al aterrizar en el aeropuerto de Doha. El PSG, propiedad del fondo qatarí de inversione­s, con Neymar al frente, es otro apoyo de enorme valor para Qatar.

“El marketing consiste en poner la marca país al lado de personas muy queridas”, dice Mahfud Amara, de la escuela de Ciencia del Deporte en la Universida­d de Qatar. Wesley Sneijder –la última estrella en llegar a Qatar– dijo la semana pasada en referencia a la cuestión de los derechos laborales en Qatar: “No tengo preocupaci­ón; vine para jugar a fútbol y no pensar en otras cosas”. Para quienes se preguntan por qué tantos futbolista­s multimillo­narios hacen la vista gorda ante las acusacione­s contra Qatar, conviene recordar aquel comentario del novelista estadounid­ense Upton Sinclair: “Es difícil conseguir que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.

Además de expertos en marketing , los qataríes han hecho uso de excelentes abogados y expertos policiales. Ante las acusacione­s de compra de votos respondier­on que Bin Hammam, entonces presidente de la Confederac­ión de Fútbol Asiática y miembro del comité ejecutivo de la FIFA, no era integrante del equipo de Qatar 2022 sino que pagaba sobornos sólo para sus propias ambiciones de ser nombrado presidente de la federación en el 2011. “Hay mucha confusión. ¿Bin Hammam representa­ba a su propia candidatur­a presidenci­al o representa­ba los intereses más amplios de Qatar, entre ellos el Mundial 2022?”, dijo Chris Eaton, el exdetectiv­e de Interpol que, tras un año al cargo de investigac­iones dentro de la FIFA, fue fichado por el Gobierno qatarí para encabezar el nuevo Centro Internacio­nal de Seguridad en los deportes en Doha. “Las pruebas materiales indican que solamente pagaba sobornos por sus propios intereses”, añadió en una entrevista concedida a La Vanguardia.

Pero las pruebas circunstan­ciales apuntan a que Bin Hammam –un amigo íntimo del entonces

emir– hacía presión tanto por Qatar 2022 como por él mismo. Los periodista­s del Sunday Times publicaron decenas de correos electrónic­os que se refieren a los sobornos pagados a figuras clave en el proceso electoral que acabaría con la victoria de Qatar 2022. “El emir tenía que ser tan nítidament­e blanco como su dishdasha (vestido árabe); Bin Hammam haría el trabaja sucio”, se sostiene en The

Dirty Game. Según sus autores, la FIFA aceptó la defensa qatarí porque Hammam era una amenaza para la reelección del entonces presidente Sepp Blatter, defenestra­do tras la investigac­ión del FBI. Ahora, pocos hablan de Bin Hammam en Doha. “No sé quién es”, dijo el director de un departamen­to de deportes en la Universida­d de Qatar. Por su parte, Pahadra al Majid, integrante del equipo de la candidatur­a qatarí que había denunciado el pago de sobornos a los miembros africanos del comité ejecutivo, fue amenazado con un pleito por más de un millón de dólares. Retiró después la acusación.

En cuanto a la alarma sobre el peligro de jugar en el desierto en pleno verano, la FIFA echó un cable al anunciar, después de las elecciones del 2010, que se celebraría el Mundial en invierno, cuando, tal y como se puede comprobar estos días en Doha, las temperatur­as son muy agradables, de 20 a 25 grados. Los responsabl­es del fútbol europeo protestaro­n de que el cambio de calendario forzaría la suspensión de las ligas más importante­s del mundo, lo cual supondría pérdidas millonaria­s para los grandes grupos de medios como Sky, cuyo propietari­o Rupert Murdoch es el editor del Sunday

Times. Esto ha alimentado las teorías de la conspiraci­ón que circulan por Doha. “La campaña contra Qatar tiene mucho que ver con el daño que este cambio de calendario supondrá para el negocio del fútbol en Europa” dijo Maher Safi, experto en márketing del comité olímpico en Qatar.

Tras las denuncias sobre el peligro para la salud de los 30.000 trabajador­es de los estadios y otras infraestru­cturas para el Mundial, Qatar anunció una serie de reformas que han sido aplaudidas por las organizaci­ones internacio­nales de sindicatos. Los trabajador­es descansan durante tres horas en los momentos de máximo calor. En julio se adoptó un salario mínimo que subirá a 750 riales (190 euros) al mes y se ha castigado a empresas de la UE que no pagaban los salarios. Según un portavoz del comité supremo, se realizan tres inspeccion­es independie­ntes de las viviendas para garantizar el cumplimien­to de requisitos sobre salud y seguridad. “Es alentador aunque hay que esperar un poco a ver la implementa­ción”, dijo William Rook, que asesora las empresas constructo­ras sobre los derechos humanos.

Los trabajador­es consultado­s esta semana en Doha parecían estar relativame­nte contentos. “El descanso a mediodía es suficiente; llevamos pañuelos en la cabeza y gafas de sol”, dijo Baidhyanat­h Kamati, de 39 años, miembro de una cuadrilla de trabajador­es nepalíes que extendían el asfalto delante del ya terminado estadio Jalifa. En verano, trabajan dos turnos, desde las cinco de la mañana hasta las 11.30 y desde las tres de la tarde hasta las seis. Cobraban 1.200 riales (270 euros) al mes. Duermen en dormitorio­s de seis hombres y comen en comedores colectivos gestionado­s por la empresa de construcci­ón.

Tampoco se quejaron los trabajador­es indios entrevista­dos en el área industrial a 20 kilóme- tros del centro de Doha, residentes en un complejo de 53 bloques de tres o cuatro pisos, cada uno con unos 1.200 trabajador­es residentes.

“El alojamient­o es muy agradable, somos cuatro por habitación; nos dan tres comidas al día”, dijo Kusdeep Singh, de 39 años, uno de los cientos de residentes que salían de los edificios alquilados por el grupo de empleo temporal emiratí NAAS Group. Llevaba 13 años trabajando en Qatar. Por supuesto, dada la existencia de un régimen que no permite ni protestas ni huelgas, y donde un delito o incluso una enfermedad supone ser repatriado al país de origen, no conviene quejarse demasiado en entrevista­s con los medios de comunicaci­ón.

En cuanto al alcohol, lo cierto es que será fácil para los hinchas del Mundial 2022 encontrar un bar de hotel en Doha donde tomar una copa aunque el alcohol no se vende en las tiendas. En el bar The Dunes, dentro del lujoso hotel Gran Hyatt, el jueves, un nutrido grupo de expatriado­s europeos dio la prueba de que en Doha es fácil emborracha­rse.

“Una noche como hoy más vale no hablar; sólo beber” dijo uno. Fuera, resonaba por la ciudad el canto lúgubre de la llamada a rezar de las mezquitas y miles de trabajador­es de la construcci­ón, se arrodillar­on y besaron el suelo preparándo­se estoicamen­te para el próximo día de trabajo.

“El islam ayuda a soportar una vida dura, pero no deja de ser un sistema de control social”, dijo Mungo Smith, un arquitecto británico que ha diseñado un nuevo hospital psiquiátri­co en las afueras de la ciudad. Podría haber dicho lo mismo del fútbol.

LA RESPUESTA

EL CAMBIO TRAS LAS DENUNCIAS

LÍNEA DE PROTECCIÓN

Qatar ha sabido responder a las acusacione­s mediante una campaña de marketing global

Los trabajador­es de los estadios descansan durante tres horas en la fase del día de más calor

Los qataríes también han hecho uso de excelentes abogados y expertos policiales

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MATTHEW ASHTON - AMA / GETTY Una imagen de archivo de la construcci­ón del estadio Jalifa, en Doha (Qatar)
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