Tres anuncios en las afueras de mi ciudad
Abril es el más cruel de los meses –dice el poema de T.S Eliot–, ya que engendra lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con la lluvia primaveral... Pero según se mire, el más cruel de los meses es enero, con su balance de los fracasos del año anterior y las resoluciones para el nuevo, que todo el mundo sabe que van a durar un telediario. Y eso sin mencionar la sensación de culpa por los excesos navideños y las tarjetas de crédito a tope. Un anuncio en los vagones del metro de Londres plantea en toda su crudeza las contradicciones intrínsecas de la situación: Si quieres adelgazar, apúntate al gimnasio; si quieres ahorrar, te borras del gimnasio; y si quieres conservar tus amigos, deja de hablar de una puñetera vez del gimnasio. El de la esquina de al lado de casa, en Belsize Park Gardens, ha cerrado, así que un dilema menos. No he tenido ni que borrarme. Con mi amiga del alma vimos el otro día en el Everyman de Hampestead Tres anuncios en las afueras, la mejor película del año, en la que una madre paga cinco mil dólares por tres enormes carteles en la carretera tras el brutal asesinato de su hija: Violada mientras moría; Y todavía no ha habido detenciones; ¿Qué pasa, jefe de policía Willoughby? Y como uno necesita sus resoluciones, se nos ocurrió crear un crowfunding para poner tres anuncios en Lafayette Square de Washington, Trafalgar Square de Londres y la plaza de la Moncloa. El primer juego diría: El muro de la vergüenza; Cuatro millones de niños pobres; Corrupción masiva.