NO TE FÍES NUNCA DEL ESTADO

Si dejar de beber es una de las resoluciones más habituales del triste mes de enero, la otra es ponerse en forma. Sobre todo desde que un informe del Ministerio de Sanidad británico afirma, en contra de todas las teorías conocidas hasta la fecha, que hasta una botella de vino la semana es mala para la salud (por otra parte también salir a la calle a hacer jogging, no sea que te de un infarto o te caiga un ladrillo en la cabeza). Los dueños de los pubs están que se suben por las paredes, porque quienes dan crédito al Estado (mala idea) han empezado el año tomando agua mineral, café y chocolate caliente en vez de alcohol. Y para comer nada de hamburguesas o fish and chips, sino vieiras de soja, pollo frito y chorizo veganos, que suena como para chuparse los dedos. Se me hace la boca agua sólo de pensarlo. Hasta el líder laborista Jeremy Corbyn es vegano, y debe haber alguna conexión ideológica porque ya decía George Orwell que “el socialista más común no es de clase obrera, sino un tipo delgado con un trabajo funcionarial, con frecuencia abstemio y de tendencia vegetariana, dispuesto a renunciar a toda vida social con tal de ganar cinco años de vida”. El Gobierno británico quiere poner a todo el país a una dieta de 1.400 calorías diarias para ahorrar en medicina pública. Mi mejor amiga y yo, en busca de una buena resolución para el 2018 que no requiera gimnasio o abstinencia, nos hemos propuesto combatir la injusticia con hechos más que palabras, y pedir cuentas a los políticos. El tercer juego de anuncios en las afueras de la ciudad diría: ¿Qué pasa, Trump?; ¿Qué pasa, Theresa May?; ¿Qué pasa, Rajoy?