La Vanguardia

“Uso menos la televisión que mi tostadora. No quiero saber”

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Ha costado conseguir una hora del tiempo de uno de los actores más populares de Catalunya. Han pasado casi dos décadas desde que hizo de profesor de interpreta­ción en Operación Triunfo. Al final el que triunfó fue él. Hay mil primeras preguntas posibles pero verle interpreta­r a un mito como el de Frankenste­in por primera vez en teatro es la mejor.

Le pillo estudiando uno de los papeles de su vida, el del doctor Frankenste­in, la gran expectació­n teatral de la temporada. ¿Asusta?

Da mucho miedo. Hace más de dos años que Carme Portacelli, la directora, me dijo que quería hacer “una obra que sería más que una obra, un acontecimi­ento teatral. Y tú serás Víctor Frankenste­in”. Y crear algo siempre asusta. A los que tienen hijos les digo: ¿cómo os atrevéis tanto si no sabéis cómo saldrá? Cuando creo a la criatura lo que hago es rechazarla. No te acerques a mí, monstruo. Es el creador el que rechaza su creación, como pasa siempre. El miedo del doctor hace que todo se destruya. Así son los malos, unos cobardes. Si eres valiente no te hace falta ser un hijo de puta.

La criatura es Joel Joan, otra estrella de nuestro teatro. ¿Está siendo fácil trabajar con él?

Es maravillos­o, muy arriesgado, generoso, no tiene límites. Me dice “no tengas miedo”. Es muy energético. Nunca habíamos trabajado juntos y está siendo un placer.

Pinta éxito comercial y en un teatro público. ¿Volverán las críticas por representa­r obras populares en lugar de clásicos catalanes?

Es la obra más vendida en los abonos de principio de temporada. Haga lo que haga dirán que soy comercial. Es mi objetivo, que venga la gente. Y normalment­e lo consigo. Pero ser solo actor es más descansado y además la obra es el montaje no sólo Joel y yo. Es un drama, mi personaje es muy oscuro. Mi miedo mata a todos. Al personaje de Albert Triola le miento y le digo que no creo que ningún monstruo haya matado a nadie y dejo que él pague y muera.

¿Se parecerá a la película?

Es muy conceptual. Todo pasa en una caja, con proyeccion­es. Pero el lenguaje es muy cinematogr­áfico. Todo lo retórico se corta. Va a la esencia. El doctor no es malo sino indiferent­e. Son los más peligrosos porque no empatizan.

En su mesa veo textos teatrales, pero ningún guion televisivo.

Es que la tele no la preparo, allí interpreto al mismo personaje desde hace 15 años. A la gente le gusta más cada día y yo me distancio más de él, por la edad. Me exige mucha energía hacer de loco que hace lo que quiere. A una generación le encanta porque me dice: “eres el puto amo”. Soy libre pero trabajo demasiado. No soy jefe pese a haber entrado en Esade. Soy un entretened­or, incluso en esta entrevista.

¿Aún ha de explicar lo que es?

Tengo un proceso profesiona­l que es convencer que no soy un idiota. El problema es de los demás que me ven de una manera. En el suplemento de televisión de La Vanguardia hace años mi foto ilustraba un artículo titulado Llegan los tontos.

El autor me veía como el paradigma de la tontería en televisión. Los que trabajan conmigo valoran mi sentido del espectácul­o y del ritmo.

Puestos a definirse, muchos le reprochan que no se moje políticame­nte como hace por ejemplo su compañero Joel Joan.

Es que no me interesa. Parto de la base que no me creo nada. Ni que algunos muertos lo estén realmente. Nos engañan. Y no tengo que salir a la calle con ninguna bandera. Es como el Orgullo Gay. Cada año me piden que lea el manifiesto y les di-

“Cada año me piden que lea el manifiesto en el Orgullo Gay y les digo que no porque siempre exigen” “He vivido el proceso en Catalunya con angustia; el sufrimient­o de la gente me afecta mucho”

go que no porque siempre exigen. No me identifico con un discurso que diga “Exigimos...”.

Hoy una amiga mía ha llevado a su hijo canario a ver El Petit Príncep sin entender catalán y les ha encantado. ¿Sus mejores obras son las infantiles?

Si a ti te lo parecen es que tienes alma de niño. Pero yo todo lo afronto igual. El Petit Príncep lleva cuatro años y se estrenará en Portugal. Funciona porque lo que explica es universal. Si tiene éxito es porque emociona. En cambio en Francia no sabemos si la representa­remos. A Madrid rechacé llevarla porque allí ven el teatro de otra manera. Cuando llevé Geronimo Stilton vi que los padres ponían a los niños a mirar la obra como quien les pone dibujos animados en el móvil. Para mí El Petit Príncep no es Peppa Pig ni La Patrulla Canina.

Ya no hace de aviador en esa obra pero saca tiempo para dirigir un encargo de Minoria Absoluta, Un cop l’any , en el Poliorama. Acapara usted toda la cartelera.

Va muy bien. Un pareja a la que le dura el amor 25 años viéndose una noche cada año. El actor Enric Cambray me dijo: “Se dice poco que este fin de semana Àngel Llàcer ha llevado a diez mil personas al teatro”.

¿El éxito no se perdona en el mundo teatral catalán repleto de capillitas? Vivo ajeno a todo eso. ¿Se nota, no? Trabajo en el Lliure, el TNC, para Minoría absoluta, La Perla 29. Mis maestros son algunos profesores pero también Carme Portacelli y Mario Gas. Con ellos empecé, con Mein Kampf, A little night music,

The full monty... Y antes fue El somni

de Mozart, también en el TNC. Ahora ya dejo de aprender no porque no me queden cosas por saber sino porque la capacidad de aprendizaj­e disminuye muchísimo.

Hablando de teatro popular, en el sentido que gusta al pueblo, usted es un actor teatral que llega cada semana a millones de espectador­es en televisión, ahora en Tu

cara me suena, el show más visto.

Hago que el alioli no se corte. Mis jefes de Gestmusic me valoran por eso. El éxito del programa es la energía que desprende. La gente busca estar a gusto. Si transmito cosas bonitas vendrás. Me dicen que soy un tío con éxito pero yo no sé más que otros que no tienen éxito. De hecho algunos piensan que es al revés, que tengo éxito porque no sé tanto.

Este ritmo de pluriemple­o es infernal. ¿Cuándo piensa parar?

Esta semana he cumplido 44 años y he decidido que voy a acabar con todos los proyectos que estoy haciendo, en teatro y en tele. Todos tendrán larga vida, de años. Cuando todo esto acabe diré basta, supongo que a los 50 años. Entonces ¡pam!, empiezo de nuevo. Perfecto. Cuando me visualizo de mayor me veo de bailarina. Pero ya veo que no será. Entonces me iré dos años a vivir al Empordà. Y después no sé.

Confiese, usted quiere tener un teatro propio, a lo Lina Morgan.

Me gustaría tener una compañía teatral propia, estable, con la misma gente y con un repertorio. Como se hacía antes; ahora se ha perdido. Se hizo en la Sala Tallers con el T6. Lo que busco es estar bien. Trabajo de cara a los demás, pero funciona cuando tú estás bien. Busco pasar el tiempo y el espacio compartién­dolo con la gente con la que estoy a gusto. Hoy mismo mi directora en Frankenste­in me decía: “Para decir esa frase piensa en una situación del tipo: ¿qué hago aquí?, tengo que salir”. Y yo le he respondido que a mí esto hace años que no me pasa porque no estoy nunca en un lugar donde no quiero estar. Si tú estás hoy aquí es porque yo he querido que así sea.

Pues sí, he tenido que perseguirl­e mucho para tener esta entrevista. No tanto como muchos otros. Ya te lo digo. Tienes suerte. Y se acaba el tiempo y querrás hacerme “la pregunta”. Sobre la independen­cia. Y no te la contestaré.

Pensaba ponerle en un dilema. El pasado 1 de octubre, con todo el clima del referéndum y tras las imágenes de excesos policiales hubo una polémica pública entre dos monologuis­tas. Uno, Tony Moog, suspendió la función de aquel domingo y le reprochó al otro que no lo hiciera. Era David Guapo, al que usted conoce porque concursó en TCMS. ¿Qué habría hecho Àngel Llàcer aquel domingo? Soy muy fan de Tony Moog... (piensa mucho la respuesta) Al dilema te respondo que no sé lo que habría hecho. Me entero de poco. ¿Ves allí mi tele? La uso menos que mi tostadora. No quiero saber. Soy muy empático y el sufrimient­o de la gente, el enfrentami­ento, siempre me ha afectado mucho. He vivido todo el proceso con angustia. La única manera que tengo de sobrevivir, humildemen­te, en mi caso, es hacerme el sueco.

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Àngel Llàcer en su piso de Barcelona estudiando el próximo papel de doctor Frankenste­in que estrenará en el teatro esta temporada
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LLIBERT TEIXIDÓ

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