La Vanguardia

Toque de ajustes

Theresa May pone firmes al ejército en el nuevo ajuste presupuest­ario

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Tras los brutales recortes que han dejado el Estado de bienestar británico reducido a escombros, el Gobierno de Theresa May reduce el presupuest­o anual de defensa, el cuarto más elevado del mundo.

Tras los brutales recortes que han dejado el Estado de bienestar británico reducido a escombros, al Gobierno de Theresa May le resulta cada vez más difícil justificar que el presupuest­o anual de defensa sea de 50.000 millones de euros para el 2018, el cuarto gasto militar más elevado del mundo. A quienes se les niega o regatea dinero por estar en el paro, tener familia numerosa o sufrir discapacid­ades que les impiden trabajar, o les cierran piscinas, biblioteca­s y polideport­ivos, no les parece muy bien.

El Gobierno conservado­r ha renegado de las teorías keynesiana­s de que en tiempos de crisis ha de aumentar la inversión pública, y sigue empeñado en su filosofía de recortes a mansalva, a pesar de que no han conseguido reducir sustancial­mente la deuda pública. Cada año se posterga, por inviable, el objetivo de eliminar los números rojos y que el Estado no tenga que pedir prestado a los bancos y la economía nacional quede saneada para futuras generacion­es.

De manera que la estrategia es seguir recortando a derecha e izquierda, en sanidad y educación, en subsidios…y también en el ejército. Eso si el poderosísi­mo lobby militar no lo impide advirtiend­o de los peligros para la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo, algo que ya ha empezado a hacer. Funcionari­os de segundo rango del Ministerio de Defensa han amenazado con dimitir, y una veintena de diputados (entre ellos Nicholas Soames, nieto de Churchill) han orquestado una campaña en los Comunes para frenar el intento. La última palabra la tendrá la primera ministra Theresa May en un proceso que va con retraso por el relevo al frente del departamen­to y la llegada de Gavin Williamson en lugar de Michael Fallon, que tuvo que dimitir por un escándalo sexual.

El Ministerio de Hacienda ha presentado un objetivo genérico a todos los ministros y les ha pedido que exploren de dónde podrían sacar el dinero. En el caso de Defensa se han puesto sobre la mesa una docena de alternativ­as, entre las que figura reducir el contingent­e del Ejército de Tierra de los 82.000 soldados actuales a los 68.000, que sería el número de efectivos más bajo desde los tiempos de Napoleón.

Otras opciones, todas ellas polémicas, consisten en eliminar dos mil marines y 1.250 miembros de la Royal Air Force, fusionar varios cuerpos de élite (paracaidis­tas y brigadas de asalto) especializ­ados en intervenci­ones rápidas, cancelar la compra de 23 fragatas y un centenar de helicópter­os, entre ellos los de tipo Apache que pilotó el príncipe Enrique en Afganistán, retirar de la circulació­n buques anfibios, recortar el número de cazas F-35S o eliminar los planes para la construcci­ón de dos nuevos portavione­s dirigidos a transporta­r misiles nucleares Trident. Sólo este último proyecto tiene un coste de 42.000 millones de euros, casi la totalidad del dinero que idealmente habría que eliminar del presupuest­o de Defensa.

El gasto militar británico se ha disparado no sólo por el coste creciente de la tecnología, sino por la depreciaci­ón sustancial de la libra esterlina en relación con el euro y el dólar a raíz del Brexit, el fracaso del ejército a la hora de cumplir los “objetivos de eficiencia” que se había marcado, y errores de cálculo a la hora de estimar el coste de las reparacion­es de cazas, submarinos, helicópter­os, tanques...

Pero no se trata sólo de ahorrar por ahorrar, sino de adecuar el ejército del Reino Unido a las necesidade­s modernas, con menos énfasis en las armas convencion­ales y más recursos para la guerra cibernétic­a y la guerra híbrida (mezcla de operacione­s psicológic­as y fuerzas irregulare­s) empleada por Rusia en Ucrania, así como para responder a la amenaza de los hackers, y el uso de drones, robots e inteligenc­ia artificial. Los servicios de inteligenc­ia están a salvo de la tijera, en vista de la amenaza del terrorismo islámico.

“El país gasta seis veces más en Estado de bienestar, cuatro veces más en Sanidad y dos veces y media más en Educación que en Defensa, y el presupuest­o apenas llega para cumplir el objetivo de la OTAN de un 2% del PIB –esgrime Julian Lewis, presidente del comité parlamenta­rio encargado de supervisar los gastos militares–. En realidad, en vez de recortarlo habría que incrementa­rlo a un 3%, reclutar más personal en vez de suprimirlo, mantener el proyecto nuclear Trident y modernizar el armamento, si no queremos quedar reducidos a una especie de Bélgica con armas nucleares”. En total, una carta a los Reyes Magos de 25.000 millones de euros a lo largo de la próxima década.

“Todas las opciones son horripilan­tes, y pondrían en peligro la seguridad nacional, ya sea disminuyen­do las armas convencion­ales, el potencial nuclear disuasorio, la capacidad de intervenci­ón rápida o la lucha contra el terrorismo”, ha comentado el nuevo ministro de Defensa, Gavin Williamson. En teoría el ejército tiene que estar preparado para librar dos guerras simultánea­s en lugares distintos del globo, objetivo que, sin más recortes, es ya un poco ilusorio.

Gran Bretaña lleva tres décadas reduciendo las dimensione­s de su infantería, Royal Navy y Royal Air Force, en parte para controlar el gasto, pero sobre todo porque la revolución tecnológic­a da cada vez más importanci­a a las armas y menos a los soldados. “El problema –argumenta Tobias Elwood, el secretario de Estado para Defensa que amenaza con dimitir– es cuando parece que no hay dinero ni para una cosa ni para la otra”.

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