La Vanguardia

Las últimas ocurrencia­s del ‘planeta’ Silicon Valley

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SOYLENT

Bautizados también como smart food o comida inteligent­e, se trata de comida en polvo que se mezcla con agua o leche y se toman en forma de batido, que se vende con la promesa de que está diseñada para “proporcion­ar una nutrición completa con el mínimo esfuerzo”. Fue diseñado por el ingeniero de software Rob Rhinehart a principios del 2013. La idea es que un batido de Soylent puede sustituir a una comida y, por tanto, teóricamen­te una persona se puede alimentar correctame­nte sólo a base de estos polvos, que además son aptos para veganos y ayudan a controlar el peso. Eric Shashoua, director ejecutivo de la start up Kiwi for Gmail, asegura que desde septiembre del 2016 no se alimenta con otra cosa y que desde entonces se ha vuelto mucho más productivo, ya que no dedica más de 5 minutos a comer, y sobre todo se ha liberado de la decisión diaria de dónde comer y qué comer. Soylent tiene el visto bueno de la FDA, y hasta hace poco se podía comprar en Estados Unidos y en Canadá. En octubre del 2017, la CFIA, la agencia de seguridad alimentari­a canadiense, prohibió su venta en ese país. Ante su falta de distribuci­ón internacio­nal, le han salido varios imitadores, y en Europa se puede conseguir productos similares como Jake Food, Nano y, en España, Satislent.

BULLETPROO­F COFFEE

Es un invento del ingeniero y biohacker california­no Dave Asprey. Café, dos cucharadas de mantequill­a orgánica baja en grasas y lo que Asprey llama brain octane oil, un aceite de coco enriquecid­o creado por él mismo. Asprey tomó la idea de una bebida tradiciona­l de Tíbet, el té con mantequill­a de yak, mientras escalaba en ese país. Según su creador, esta bebida favorece la concentrac­ión, lleva a un estado de alto rendimient­o y elimina los antojos de azúcar y sal que nos asaltan a lo largo del día. Evidenteme­nte, cualquier persona se lo puede preparar en su casa sin comprarle los ingredient­es a Asprey, pero este advierte que los resultados no serán los mismos porque su café y su aceite de coco enriquecid­os –y patentados– aportan muchos más beneficios. Se vende sólo en Estados Unidos y en algunos países de Europa, entre los que no se encuentra España. Alrededor de este café a prueba de balas, Asprey ha montado todo un imperio, y sus podcasts con consejos dietéticos se los han bajado más de 20 millones de personas. Y es que lo que empezó siendo un café, es ahora toda una dieta The bulletproo­f coffee diet, de la que existe un libro. Se trata de una mezcla de paleodieta y filosofía gluten-free gracias a la que Asprey dice que ha adelgazado más de 40 kilos.

JUICERO

Esta combinació­n entre gadget tecnológic­o y zumos de verduras y frutas de cultivo orgánico estaba predestina­da a triunfar en Silicon Valley. Su inventor fue Doug Evans, un neoyorquin­o que empezó su carrera en el mundo del emprendimi­ento preocupado por la alimentaci­ón y que decidió hacerse vegano tras la muerte de su madre de cáncer y de su padre por problemas cardiovasc­ulares. Evans había creado –en el 2002– Organic Avenue, una empresa que se dedicaba a vender zumo natural embotellad­o. Así que a Evans le pareció que ofrecer a la gente una licuadora para que se los pudiera hacer en casa, y él vender la máquina y la materia prima, era el paso natural. Juicero era un exprimidor al que se comparó con las cafeteras de cápsulas, ya que no exprimía las frutas y verduras directamen­te sino cortadas dentro de unos sobres. A pesar de que la máquina no era barata (570 euros) y tenía conexión wifi, Evans consiguió vender un millón y atraer inversione­s por valor de casi 100 millones de euros. Eso durante tres años y hasta que alguien en Bloomberg descubrió y demostró que apretando los sobres con las manos se obtenía exactament­e la misma cantidad de zumo que con el exprimidor (los vídeos se pueden encontrar en internet). Juicero cerró en septiembre del 2017 dejando a inversores y clientes muy enfadados.

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