La Vanguardia

Las minas siguen cobrándose vidas en Bengasi meses después de la guerra

- AYMAN AL-WARFALLI Bengasi. Reuters

Mientras los soldados que buscan minas explosivas avanzan con recelo por las destruidas calles de Bengasi, una explosión de estruendo suena a lo lejos, alta y clara. Es una música familiar en esta ciudad libia sembrada de bombas y avenidas minadas. En la explosión acaba de volar por los aires un hombre de 27 años que se aventuró por una calle que aún no había sido limpiada del todo. Ha perdido las dos piernas y los sanitarios no han podido hacer nada por su vida.

Es el pan de cada día en esta ciudad, aunque hayan pasado meses después del fin de la batalla de Bengasi que desde el 2014 hasta el año pasado enfrentó a las tropas libias del comandante Jalifa Haftar contra los islamistas y otros grupos surgidos del marasmo de poder tras la caída y muerte de Muamar el Gadafi hace siete años y medio.

La gran cantidad de artefactos explosivos plantados durante tres años de conflicto están cobrándose muchas vidas entre los vecinos que quieren regresar a sus barrios y también entre los miembros de los equipos de detección de minas, cuyo equipamien­to y herramient­as dejan mucho que desear. Sacar las minas con las propias manos, como ha ocurrido en ocasiones, tiene un riesgo extremo para los artificier­os. En los últimos meses han muerto 50 y otros 60 han resultado heridos, según fuentes militares. Entre los civiles, el recuento asciende a 49 víctimas mortales y 38 heridos. El más joven, un niño de tres años. El mayor, un hombre de 75. En el hospital Al Jalaa los han tratado a todos desde febrero del 2016, cuando las tropas de Haftar se hicieron con el control de la guerra. Este pasado jueves, dos hermanos murieron por la explosión de una mina mientras volvían a su casa en el centro de la ciudad.

“Nos encargaron limpiar las principale­s calles y las travesías de Bengasi donde hubo enfrentami­entos. Parte del trabajo lo hemos acabado, parte no”, explica Tarek Farkash, uno de los ingenieros que trabaja detectando explosivos en el vecindario de Souq al Hout, donde muchos residentes están deseosos de volver a casa o reconstrui­rla. A veces con fatales consecuenc­ias. Un vecino, Mohamed el Ruwayi, cuyo edificio está acordonado por riesgo de minas, describía como una profesora universita­ria murió mientras bajaba las escaleras de su edificio después de haber ido a inspeccion­ar su casa. “Ayer oí dos explosione­s seguidas. No sabemos la causa, tal vez fueron animales entrando a alguna casa”, se pregunta.

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