Correr riesgos

CARLES Puigdemont habla de Catalunya como la Dinamarca del sur, así que intentó encontrarse como en casa en la Dinamarca del norte. Su abogado le desaconsejó el viaje para dar una conferencia, pero Puigdemont es un hombre que, como se ha demostrado, está dispuesto a correr riesgos. Así que mientras embarcaba sin prisas en el aeropuerto de Charleroi, la Fiscalía preparaba con la mayor urgencia una euroorden de arresto en Copenhague. Pero el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena rechazó finalmente la petición para que ello no pudiera facilitar su investidura, después de que fuera designado oficialmente candidato a presidir la Generalitat. Puigdemont está jugando una partida de ajedrez con el Estado, si bien, lejos de enrocarse, arriesga con sus piezas, aun a sabiendas de que en cualquier momento el jaque puede poner punto final a su carrera. De todos modos, no es un jugador cómodo: sabe que es un juego de estrategia e intenta controlar los nervios y no mostrar su siguiente movimiento.

La expectación en el aula de Ciencias Políticas era grande, aunque casi había tantos periodistas como alumnos. TV3 dio la clase en directo, lo que parecía un spin-off de Merlí. Los momentos más intensos fueron cuando Marlene Wind, la directora del Centro de Política Europea de la universidad, planteó una batería de preguntas cuestionando la legitimidad del procés. Interrogantes como ¿democracia es sólo votar o también respetar el Estado de derecho?, ¿qué hacemos con el 50% largo de catalanes que no son independentistas? o ¿no sería la balcanización de Europa dividirla en 200 estados étnicamente puros?, demostraron que jugaba en campo contrario. Puigdemont respondió que habría gobierno en breve a pesar de las amenazas, que un referéndum en toda España podría ser la solución y que Europa no puede defender los derechos de los estados olvidando a las minorías. El riesgo del día no fue el juez, sino la moderadora.