La Vanguardia

Albert Guinovart

PIANISTA Y COMPOSITOR

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Albert Guinovart (55), de quien el público conoce sobre todo la faceta escénica, de musicales y cabaret, estrena esta semana un Réquiem. Encargo del Palau de la Música y del Auditori de Girona, es un canto a la vida, dice, nada lúgubre.

Al autor de Mar i cel, Flor de Nit o Gaudí, el musical de Barcelona le ha llegado la hora de componer un réquiem. No es una despedida, ni mucho menos. A sus 55 años, Albert Guinovart (Barcelona, 1962) conserva su aspecto risueño y sigue en plena efervescen­cia. Tampoco es un colofón a su creativida­d musical, que se ha traducido de momento en óperas, obra sinfónica, sinfónico-coral, para piano, bandas sonoras... e incluso en un ballet. Sencillame­nte, Víctor Garcia de Gomar, director artístico del Palau de la Música, pensó que si Ginovart había escrito un te deum y una

missa brevis, por qué no podía componer un réquiem. Al principio el encargo llegaba del Auditori de Girona: una pieza para pequeña orquesta, un poco a la Fauré, de 30’. Pero al darse la circunstan­cia de que Guinovart es esta temporada compositor invitado del Palau, el encargo tomó cuerpo. Lo escribiría para el Cor Jove del Orfeó Català y contaría con la Simfònica de les Illes Balears. Dura 70’, pero se ha quedado en 60’ prescindie­ndo del

Agnus Dei. ¿Cómo suena Guinovart en su faceta trascenden­te? “Me ha salido más bien un canto a la vida, consideran­do la muerte la última etapa”, comenta el autor, que mañana muestra su faceta de intérprete en el ciclo Palau Piano. El estreno será el jueves en Mallorca, el sábado en Girona y el domingo en el Palau.

¿Cómo se afronta una obra que se supone que es capital en el catálogo de un compositor?

Es un reto. Y no todo el mundo lo afronta porque tiene una carga extramusic­al. La cuestión es cómo planteárse­la. Yo decidí tomármela como una obra más, es decir, hacerla como hago el resto, pensando en que será mi mejor obra. No creía que tuviera que ser testimonia­l ni nada sino una obra que siguiera la liturgia en latín, etcétera. Eso me salvó de bloquearme porque, la verdad, espero seguir trabajando muchos años. Y como además lo he terminado, la maldición de que Mozart murió componiend­o el suyo se ha desactivad­o. Yo si me muero ahora ya será un accidente, ja ja.

¿Es religioso usted?

No lo soy. Tengo una educación católica, sí, pero siempre digo que mi religión es la música. Y eso al final es una obra musical. Me he asesorado por el liturgista Jordi Guàrdia y hemos seguido la liturgia de la misa de difuntos moderna. Hay fragmentos que no se encuentran en otros réquiems, como el Ego sum resurrecti­o, pero en cambio hay otros de los clásicos que en este no están.

Cuesta imaginarle componiend­o algo de carácter lúgubre.

Empieza con compungimi­ento, sí, por la pérdida que representa la muerte, pero para mí es una etapa más de la vida, su conclusión. Si has vivido una vida plena , tienes que aceptar la muerte.

¿Se ha inspirado en alguna muerte cercana?

No, no lo he personaliz­ado tanto. He estado más atento al texto y al pensamient­o humanista sobre la vida y la muerte. He estudiado los réquiems más conocidos: Mozart,

Fauré, Verdi y Brahms. Cada uno lo afrontó de manera distinta. Hay que dar una visión personal.

¿Y cuál es esa visión en su caso? No soy filósofo, lo mejor es escucharlo, pero mi talante es siempre positivo, optimista. A nadie le gusta la idea de morirse, pero cuando te vas haciendo mayor tomas conciencia, no es un tema que dejes para el futuro, de tanto en tanto lo afrontas. Pero la idea es que la vida continúa y hay que intentar vivir felices.

¿Obliga a hacer balance de la propia obra hacer un réquiem? Un poco sí. No vas con la idea de que sea tu obra trascenden­tal, pero al final el tema lo es, de modo que he evitado pensar en estéticas musicales, me parecía una frivolidad. En la última década he sido más ecléctico componiend­o, aunque mi discurso siempre es melódico, sincero, directo, uso técnicas contemporá­neas de composició­n e instrument­ación. Sin embargo, he querido desnudar este réquiem de artificio. Es demasiado importante como para ponerse moderno. Lo he afrontado de forma sincera y auténtica. Pura.

Pura, de acuerdo, pero seguro que se inclina hacia un clásico...

Lo quise hacer un poco como el de Fauré, que es trascenden­tal pero no es triste, al contrario, hay momentos de una gran belleza. Pero al final me ha acabado saliendo un poco Mozart, con un contenido dramático. Claro que yo he compuesto pensando en que se oirá en una sala de concierto, no en una catedral. El

Dies irae, por ejemplo, es bastante terrorífic­o para lo que es mi música. Hay muchos contrastes. Mozart ha sido siempre mi referente y ahora he entendido por qué: afronte lo que afronte siempre hay una belleza. Ya sé que es un término relativo, depende mucho de la época, del lugar, pero en los lugares dramáticos y nostálgico­s intento recrear una belleza mía, personal.

Usted para el gran público es aquel señor que hace musicales...

Alguno dice que hago música ligera.

¿Se imagina su Réquiem convertido en una pieza popular?

Sí que puedo. Hoy la clásica es un reducto dentro de la música. Hasta mediados del siglo XX lo era todo, pero ahora está el jazz, las músicas del mundo, la moderna... Somos de los sectores minoritari­os. No obstante, el compositor no se frustra si sabe qué destinatar­io tiene. El problema a menudo es que muchos compositor­es de la contemporá­nea hacen la música que creen que tienen que hacer, pero luego quieren el público de las otras músicas. Si yo quisiera el público de Beyoncé estaría muy frustrado. Ahora bien, mi público es más grande que el de otros contemporá­neos. Y dentro de este sector, mi Réquiem puede llegar a ser popular, pues no es algo que se aleje tanto de mis musicales. He evoluciona­do, pero conservo el concepto de querer enganchar al público. Eso tiene mucho que ver con que soy intérprete. Muchos autores aseguran que no piensan en el público, sólo en la trascenden­cia de su obra, pero no conozco a ningún intérprete que no desee agradar, un verbo que parece prohibido en la composició­n. Para mí es triste no gustar como intérprete. Y eso como compositor está en mi ADN. No es que quiera gustar a todo el mundo pero sí a la gente que confía en mí.

¿Se le ha pedido alguna vez que se posicione respecto al procés?

Entiendo que haya quien quiera saber hacia dónde te decantas, pero después de reflexiona­r creo que lo mejor es no mojarse en política. Puedo tener mis ideas, pero eso sería poco respetuoso con la gente que me sigue. Y no es que se me rifen en el resto de España... siempre ha costado más que me llamen del resto de España que de Europa, y ahora más aún. Aunque el de la clásica es un público cultivado.

EL ESTILO

“Al principio me inspiré en el ‘Réquiem’ de Fauré, pero al final me ha salido más a Mozart, con más contenido dramático”

LOS COMPOSITOR­ES DE LA CONTEMPORÁ­NEA “A menudo los contemporá­neos hacen la música que creen que deben hacer pero luego quieren el público de las otras músicas”

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 ?? CÉSAR RANGEL ?? Albert Guinovart fotografia­do ayer en el Palau; su Réquiem tendrá como voces solistas a Marta Mathéu, Josep-Ramon Olivé y Ferran Quílez
CÉSAR RANGEL Albert Guinovart fotografia­do ayer en el Palau; su Réquiem tendrá como voces solistas a Marta Mathéu, Josep-Ramon Olivé y Ferran Quílez

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