Muerte y perdón
La mezzosoprano y la monja autora de ‘Dead man walking’ presentan en el Real la ópera sobre el libro en el que también se basó ‘Pena de muerte’
El Teatro Real de Madrid acoge la representación de la exitosa ópera Dead man walking, donde se narra la relación entre un condenado a muerte y la monja que le acompaña en las últimas jornadas de su vida.
Dice la hermana Helen Prejean que tal vez el Teatro Real debería instalar cinturones de seguridad en las butacas, antes del viernes, con vistas al estreno de la ópera Dead man walking, basada en su libro del mismo título. El relato inspiró la exitosa película de Tim Robbins Pena de muerte, con Susan Sarandon interpretando a Prejean y con Sean Penn en el papel del cruel violador y asesino, Patrick Sonnier, reo de la pena máxima en 1984. Ahora, la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato pone voz a Prejean en el coliseo madrileño con la versión operística de lo que la religiosa denomina “un difícil viaje hacia la compasión y el perdón”. DiDonato y la hermana Hellen, la primera de Kansas y la segunda de Luisiana, presentaron ayer la obra, mano a mano, y juntas hicieron votos por el fin no lejano de un tipo de castigo “con el que nadie gana y todos sufren”, según lo expresó la cantante.
Dead man walking, título alusivo a la expresión con que los presos se refieren al paseo final en el corredor de la muerte (Ahí va un hombre muerto), se estrenó en el año 2000 como ópera prima del compositor Jake Heggie. Es decir, que lleva dieciocho años en cartel por todo el mundo, lo cual representa “una anomalía” respecto al usualmente corto trayecto de las creaciones operísticas contemporáneas, señaló la directora de Publicaciones del Real, Laura Furones. Con dirección musical de Mark Wigglesworth y escénica de Leonardo Foglia, la obra se representará en seis funciones, los días 26, 29 y 31 de enero, y 3, 6 y 9 de febrero.
Helen Prejean, devenida en gran activista contra la pena de muerte a raíz de su experiencia como asistente espiritual de Patrick Sonnier y de su ulterior elaboración del libro al respecto, recordó ante los periodistas cómo aquellos meses anteriores a la ejecución del preso –autor confeso de la violación de una adolescente y el asesinato de ella y su pareja– le cambiaron la vida y el modo de ver las cosas. Ella procedía de una familia acomodada de Luisiana, con gente negra a su servicio y dentro de una sociedad en la que “nadie cuestionaba” la separación racial en servicios, cines, transporte público y hasta la iglesia. “Yo no sentía compasión por los asesinos, sino miedo; como casi todo el mundo”. Llegó entonces el día en que asumió la misión, como monja de las hermanas de San José, de acompañar a ese criminal destinado a la silla eléctrica que era Sonnier, cul- pable sin ninguna duda de horribles delitos de sangre.
“Cuando le miré a los ojos por primera vez, esperaba ver algo diferente. Y quedé asombrada al percibir hasta qué punto se trataba de un ser humano, muy humano, tan poco diferente de cualquier otro”, dijo Prejean. Su guía no eran solamente los preceptos de su formación como religiosa católica –explicó– sino la Declaración de los Derechos Humanos y su proclamación sobre las prerrogativas de vida y dignidad inherentes a las personas. Unos principios que a su juicio se impondrán más pronto que tarde en Estados Unidos porque allí “las cosas están cambiando” en cuanto a la percepción de la pena capital. Un cambio en el que su libro, aupado por la adaptación cinematográfica de Tim Robbins –candidata a cuatro Oscars y ganadora de uno por la actuación de Sarandon–, tendría algo que ver. Pues la historia “alteró la percepción de los estadounidenses” sobre el hecho de que el Estado pueda “matar a sus ciudadanos”.
Prejean y DiDonato defendieron la idoneidad de la ópera para, gracias a la combinación de drama y música, transmitir la emoción de ese largo “viaje” que la protagonista experimenta desde el miedo e incluso la comprensión de los instintos de venganza de la sociedad hasta la empatía, la piedad y el perdón.
La mezzosoprano se mostró comprometida con los mensajes de la obra, que “no trata tanto de la pena de muerte como de la necesidad de profundizar en los valores de cada uno”. Es más: para ella, Dead man walking cuenta “una historia de amor” en la que el peor asesino termina mostrando “la mayor generosidad”. Lo hace cuando intenta, sin éxito, disuadir a la monja de que lo acompañe en el momento final: “Él quiere así evitarle una cicatriz que la marcará de por vida”. Es el fin del otro periplo, el del reo, “desde la oscuridad hasta la luz”: un ascenso por la escala de la luminosidad humana que Didonato, con su canto de coloratura, convertirá a partir del viernes en un grito contra la muerte a manos del Estado.
La ópera “no trata tanto de la pena de muerte como de los valores, y es una historia de amor”, dice DiDonato