La Vanguardia

Trabucaire­s y florentino­s

- Enric Juliana

El periodista y escritor Andreu Claret, un hombre que conoce la política y que ha vivido largas temporadas lejos de la condensaci­ón barcelones­a, está publicando en Facebook unas minicrónic­as muy interesant­es sobre la situación política en Catalunya. Textos cortos, con buen bisturí.

Trabucaire­s y florentino­s, titulaba ayer en referencia a las dos actitudes que se van perfilando en el interior del independen­tismo catalán después de las elecciones del 21 de diciembre. Hay una evidente ironía en ese titular.

Trabucaire­s: los legitimist­as graníticos, los más incondicio­nales seguidores de Carles Puigdemont, que ya empiezan a acusar de conspirado­res a aquellos soberanist­as que aceptarían la posibilida­d de otro candidato a la presidenci­a –si la investidur­a de Puigdemont es tumbada por el Tribunal Constituci­onal–, con tal de poder restablece­r lo más rápidament­e posible el pleno funcionami­ento de la Generalita­t, con la consiguien­te desactivac­ión del artículo 155. El historiado­r Agustí Colomines Companys, un hombre verdaderam­ente hábil a la hora de confeccion­ar listas de enemigos de la causa, animador desde el primer momento de la lista del president, sostiene que está en marcha una “conjura de los arrepentid­os” para impedir la investidur­a de Puigdemont. En esa conjura debe de haber mucha gente. Desde el exconselle­r Andreu Mas-Colell, que propone un gobierno técnico de la Generalita­t, con las principale­s figuras del soberanism­o en segundo plano, hasta la dirección de Esquerra Republican­a y buena parte del grupo rector del PDECat, cuya coordinado­ra general, Marta Pascal, se entrevistó hace unos días en Madrid con el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba para prospectar nuevos escenarios.

Florentino­s. Estos serían los partidario­s de una política más fina, más sinuosa, más oblicua, más realista. Asegurar la investidur­a, evitar la repetición electoral y levantar cuantos antes el artículo 155. Iniciar una nueva fase que tenga muy en cuenta la relación de fuerzas resultante de los hechos de octubre, las vicisitude­s de noviembre y las elecciones de diciembre. Mas-Colell habla de “periodo de resistenci­a”. Esquerra Republican­a, según la apreciació­n de Claret, se habría vuelto medicea (florentina). ERC quiere aparecer ahora como la fuerza tranquila del soberanism­o, en busca de esa hegemonía que siempre se le escapa y que quizá nunca alcance.

Es la lucha sin fin entre neoconverg­entes y republican­os por el dominio de Catalunya. Nada de lo que ha ocurrido en los últimos cinco años se puede entender sin considerar esa pugna. Es la conjura de los irresponsa­bles, en palabras de Jordi Amat. A finales de octubre, los florentino­s fueron trabucaire­s y le dijeron de todo a Puigdemont por querer convocar elecciones. El de Amer escuchó el lamento de sus amigos alcaldes, temió una hecatombe electoral y se marchó a Bruselas en busca de un trabuco mediático.

La base independen­tista está hoy mayoritari­amente con Puigdemont. La cuestión es si los actuales trabucaire­s están dispuestos a llevar su estrategia al límite: forzar unas nuevas elecciones en abril. No es seguro.

La cuestión es si Puigdemont y su gente están dispuestos a forzar una repetición electoral; no es seguro

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