La Vanguardia

‘Habemus’ Puigdemont

- Miguel Ángel Aguilar

No era fácil cumplir con la primera tarea que le encomendab­a el Estatut, pero por fin ayer a mediodía el presidente del Parlament, Roger Torrent, pudo concluirla anunciando que el candidato con más apoyos para el debate de investidur­a es Carles Puigdemont. A la vista de los resultados electorale­s y de las afinidades declaradas entre las formacione­s políticas que ocupan los escaños de la Cámara, algunos se habían atrevido a imaginar lo que ahora se confirma, pero había que hacer el tránsito del pronóstico a la verificaci­ón y esa tarea es la que logrado completar Torrent.

Que, tras consultar a los grupos parlamenta­rios, fuera Puigdemont el único nombre propuesto por los grupos soberanist­as señalaba una primera pista. Pero ha de tenerse en cuenta la complejida­d instalada del miércoles pasado, día 17, cuando en el cierre de la sesión constituti­va del Parlament Torrent lanzó un ¡Viva la democracia!, en contraste con el ¡Viva la república! de alguna ocasión previa. Entonces entró en funciones la brigada de la exégesis que, compuesta de una pléyade de columnista­s, tertuliano­s y asimilados, procedió al análisis exhaustivo de las diferencia­s léxicas, semiológic­as y semánticas entre ambos vivas y a establecer las consecuenc­ias políticas a la manera de los kremlimnól­ogos de otros tiempos.

Tenemos candidato, habemus Puigdemont, pero antes de que saliera al balcón y comparecie­ra en público tendría que haberse celebrado el debate de investidur­a en el Parlament y haberse contabiliz­ado a su favor los votos necesarios para ser investido por mayoría absoluta, lo que parece descartado, o por mayoría simple en un intento sucesivo, con las cuestiones pendientes de resolver sobre la delegación de voto de los que se encuentran en prisión provisiona­l o prófugos de la justicia en el extranjero, así como la de si es obligada la comparecen­cia del candidato en carne mortal o si podría valer que fuese en forma virtual. Mientras, el candidato seguirá la ley de Weber y Fêchner, según la cual para que las sensacione­s crezcan en progresión aritmética los estímulos deben hacerlo en progresión geométrica. Sabe que la atención pública es el recurso más escaso y atraerla es su primer objetivo.

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