Gozar del espectáculo
Yuja Wang + Chamber Orchestra of Europe
Lugar y fecha: L’Auditori (20/
I/2018)
La joven y ya consagrada pianista china Yuja Wang cerró su gira de conciertos en España con esta presentación en Barcelona, ratificando la buena relación que tiene con el público, ya que llenó en todas la ocasiones. En esta en particular, más de 2.000 personas siguieron con atención y entusiasmo el concierto logrando con sus aplausos numerosas propinas. Quizá se debería insistir en la prevención de toses y aplausos a la menor pausa en estos actos multitudinarios; el silencio es también parte de la música.
El programa se abrió con la obertura de Märchen von der schönen Melusine de Félix Mendelssohn y una selección de Sueño de una noche de verano abrió la segunda parte. En medio y al final, la participación de la pianista con Beethoven y Chopin.
Mendelssohn fue en su tiempo reconocido como director y por ello no se entienden estas versiones de orquesta dirigidas por concertino, ciertamente muy eficaz Lorenza Borrani en su labor puntual, pero no se pueden hacer dos cosas tan importantes a la vez. La seguridad del conjunto, la precisión en las entradas, los balances, la tensión del discurso, son función de un buen trabajo de dirección, no se puede prescindir de ello. Lo mismo debemos decir del Concierto para piano n.º 1 de Beethoven dirigido desde el piano por Yuja Wang. Es una pena desaprovechar que un conjunto de tan buenos músicos den más de sí por falta de director. Cada uno a lo suyo.
El Beethoven de Wang tuvo una introducción orquestal de ritmo pesante, y careció en el piano (sin la tapa que ayuda a la proyección) de intensidad, porque su toque es tan sutil que faltó vehemencia; terreno más adecuado fue el Largo, en el que expuso musicalidad, aunque su concepción del tempo y alguna licencia crearon inquietud en las entradas orquestales. Su gesto de dirección es inexistente. Yuja Wang tiene una técnica alucinante, sobre todo en la velocidad, pero toca todo de la misma manera, como si no existiesen diferencias estilísticas entre Beethoven y Chopin. De éste cerró el programa el Andante spianato y Gran Polonesa que dio paso a la elocuencia de las propinas marcadas por la variación y el brío.
Es una idea muy difundida la de que la música es un lenguaje universal; parece ser así si vamos sólo a su apariencia, a la superficie, porque cada cultura, además de tener su concepto particular de lo que es música, define contenidos a través de esa expresión, y tiene sus claves para la comprensión de sus símbolos. La multiplicidad de culturas que conforman el mundo tienen, en estos tiempos, muchos puntos de encuentro en las construcciones de las nuevas expresiones musicales que se suelen universalizar en el espectáculo, pero si vamos al interior de cada una, a sus elementos ya consagrados, mantienen sus claves de interpretación.
Quizá con el tiempo esta excepcional pianista –aunque hay que decir que en la técnica hay también secretos para la expresión– avance en la comprensión de los repertorios, sobre todo tan sensibles como los del clasicismo y romanticismo. Entretanto nos hace disfrutar del espectáculo.