La Vanguardia

La eterna sonrisa de Carmen

- Oriol Aguilà O. AGUILÀ, director del Festival de Peralada

Escribir sobre Carmen Mateu es hablar siempre de la eterna sonrisa. Nos conocimos con motivo de la reconstruc­ción del Liceu, y puedo decir que es de las personas que me ha impresiona­do más conocer. Las razones son claras y evidentes: su pasión por las artes. Siempre he pensado que su entusiasmo ha sido algo que la ha superado, que lo ha hecho vivir con una intensidad y emoción que pocas veces he visto.

He tenido el privilegio de conocer de cerca a los filántropo­s más generosos de los teatros y festivales de ópera de Europa y Estados Unidos. Pero la estima de Carmen por su festival aún hoy me emociona.

Igual que ha emocionado a grandes artistas como Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Teresa Berganza, Jaume Aragall, Josep Carreras, Ainhoa Arteta, Roland Petit, Ángel Corella, Mario Gas, Joan Manuel Serrat, Sondra Radvanovsk­y o Jonas Kaufmann por poner algunos ejemplos, que se han conmovido con el entusiasmo de

Carmintxu, tal como la tuteaban... Las muestras de pésame que nos llegan desde todos los rincones del mundo estas primeras horas dan fe de la estima que el mundo de la ópera, la danza y la música le tienen.

Hasta el último momento, antes de las fiestas, nos vimos y pasaba cariñosame­nte revista al borrador del programa del próximo verano. Con una ilusión renovada y con la premisa de que la programaci­ón tuviera la excelencia prevista, siempre pensando en lo mejor por el festival que ella soñó con su marido Arturo.

Artistas, periodista­s, amigos del festival, son testigos del gozo inmenso que Carmen vivía en las bambalinas del festival, como una más del equipo, como una más del ensemble. Compartien­do siempre las alegrías y las frustracio­nes. Cuando las cosas no iban lo bastante bien –los momentos de sufrimient­o detrás del telón, todo aquello que el público no ve...–, ¡ella era la primera en levantar los ánimos! Se sentía parte del equipo, opinando siempre con acierto y criterio.

También con una exigente modernidad, y entendiend­o que las artes tienen que ser una lanza para la creación, y que también tienen que romper y ser incómodas si hace falta. Y sobre todo pensando en impulsar a los jóvenes talentos.

Su hija Isabel, como sus hermanos Javier y Miguel, le han apoyado y se han hecho suyo el festival. Es cierto que con Carmen se nos va una época de recuerdos imborrable­s. Pero si de alguna cosa estaba muy orgullosa, era de cómo sus hijos vivían las noches de verano y recibían con responsabi­lidad el legado para hacerlo contemporá­neo a los nuevos tiempos.

El adagietto de la Quinta sinfonía de Mahler le acompañará en el último momento, como ella quería. La belleza, perfección, armonía y eternidad de la obra parecen describir esta vida y este momento, quizás deslizante el inalcanzab­le. Este será el recuerdo que nos deja a la presidenta del festival.

Gracias, Carmen. Este verano no será fácil para nadie de nosotros, para tus hijos, para todo el equipo del festival: todos sabemos que cada día te añoraremos y te dedicaremo­s la función, y que, si es por nosotros, serás eterna en el Olimpo de las artes.

Si de algo estaba muy orgullosa, era de cómo sus hijos vivían las noches de verano y recibían el legado

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