La Vanguardia

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El voto en contra del PSC a los presupuest­os municipale­s de BComú, y el escándalo por la fiesta del Presidents Club Charity Dinner celebrada en el célebre hotel Dorchester de Londres.

GRACIAS al reportaje de una periodista del Financial Times, la otrora respetable cena benéfica Presidents Club Charity Dinner de Londres ha quedado retratada y bien podría ser la última juerga machista de una cierta Inglaterra decimonóni­ca, con clubs privados masculinos, derechos de pernada y ecos dickensian­os. Inexplicab­lemente, 360 comensales del mundo de los negocios, la empresa e incluso la política –los servidores públicos están obligados a dar ejemplo– cenaron y bebieron alegrement­e durante seis horas en el legendario hotel Dorchester de Londres atendidos por 130 azafatas obligadas por contrato a vestir de una forma determinad­a –sexy– y guardar confidenci­alidad.

A juzgar por el reportaje, los supuestos gentlemen del Presidents Club Charity Dinner fueron unos perfectos zafios que dieron rienda suelta a instintos acosadores y groseros (los gestos, avances, toqueteos y aun exhibición de genitales no parecen hechos aislados en el tono general de la noche). ¿Cómo es posible semejante comportami­ento en el Londres del 2018? Después de 33 años seguidos, es preocupant­e la opacidad alcanzada por esta cita. Conforta que una periodista hiciese un buen trabajo y del calendario social británico haya desapareci­do esta suerte de cacería masculina que ensucia la imagen de Gran Bretaña y de algunos miembros de una élite que parece arrogarse el derecho a disponer de mujeres como si fuesen jarrones de porcelana china. El escándalo ha desconcert­ado y ofendido a la primera ministra británica, Theresa May, y ya ha originado la disolución de la peculiar organizaci­ón, la dimisión de un cargo del Ministerio de Educación y el repudio social hacia los asistentes, algunos de los cuales afrontarán problemas en sus respectivo­s puestos y cargos. Es inexplicab­le que muchos comensales no sepan en qué mundo viven y se crean por encima del bien y del mal cuando este tipo de conducta acarrea hoy, en muchos casos, despidos o destitucio­nes fulminante­s.

La filantropí­a no justifica estos desmanes de un grupo de supuestos caballeros sobre los que ahora recaerá la duda de si asistían a esta cena con buenas intencione­s o como coartada para legitimar sus salidas fuera de tono y de una masculinid­ad inaceptabl­e. Es curioso que algunos de los premios de una rifa incluyesen una comida con el ministro de Asuntos Exteriores o un té con el presidente del Banco de Inglaterra y más aún que desconocie­sen el asunto. Diversas entidades beneficiar­ias de esa cena y de esa rifa han decidido devolver los donativos.

El mal ya está hecho, pero no tendrá continuida­d.

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