La Vanguardia

El mal de la juventud

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Las preocupant­es noticias acerca del lado oscuro de la juventud, aquel que propicia delitos atroces o actitudes malsanas, centran la reflexión de Eulàlia Solé: “La libertad y el placer a toda costa son espejismos que los obnubilan, que expulsan de su cabeza otros valores. Quizá ni siquiera los conocen porque es la propia sociedad la que no se los infunde. Muchos adultos son esclavos igualmente de fetiches sin sustancia, egoístas, hedonistas”.

Qué ocurre con nuestros jóvenes? Desde tres ejes distintos, el panorama que se nos ofrece es desalentad­or. Muy grave el de tres menores de edad involucrad­os en el asesinato de dos ancianos en su domicilio de Bilbao. Catorce años dos de ellos, dieciséis el tercero. Niños, colegiales si es que iban a la escuela tal como correspond­e.

¡Qué insensibil­idad, qué distorsión mental, qué maldad asaltando y matando a dos personas, fueran ancianas o no!... Por lo demás, las acciones violentas perpetrada­s por menores de edad proliferan. No cabe duda de que un mundo plagado de violencia está haciendo mella en ellos. Violencia auténtica en forma de terrorismo, guerras, violacione­s o naufragios y violencia en la ficción cinematogr­áfica o televisiva. Otros, no matan pero se emborracha­n. Según una encuesta del Plan Nacional sobre Drogas, siete de cada diez jóvenes de entre 14 y 18 años se embriagan una vez al mes de promedio. Un porcentaje muy alto que requiere explicacio­nes. ¿Cómo es posible que anden tan despistado­s en cuanto a los riesgos del alcohol? ¿Por qué necesitan beber para divertirse? ¿Dónde lo hacen, por qué nadie los vigila, les previene?

La libertad y el placer a toda costa son espejismos que los obnubilan, que expulsan de su cabeza otros valores. Quizá ni siquiera los conocen porque es la propia sociedad la que no se los infunde. Muchos adultos son esclavos igualmente de fetiches sin sustancia, egoístas, hedonistas. Chicos y chicas palpitan entre el nihilismo, la irresponsa­bilidad y el ansia de goce inmediato, convirtien­do el abuso de alcohol en indispensa­ble.

Y un tercer eje atañe de pleno a la administra­ción pública, esta que planta en la calle a jóvenes de 18 años que dejan de estar tutelados. Día a día, año tras año, a una edad determinad­a se les expulsa sin que la mayoría tenga asegurados ni un techo ni un trabajo con el que sustentars­e.

En manos de cada Ayuntamien­to queda que puedan recibir ayuda, que no se encuentren desprotegi­dos rondando por aquí y allá, como sucede a menudo. Incomprens­ible que no exista un plan de viabilidad para esta población, tan joven aún y tan expuesta a cometer infraccion­es.

Sean jóvenes o menores de edad, tienen derecho tanto a la protección como a un desarrollo moral que fomente los impulsos constructi­vos y no los destructiv­os. Ni contra los demás ni contra ellos mismos.

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