La Vanguardia

Mentiras no tan nuevas

- Francesc-Marc Álvaro

El papa Francisco ha pedido que los periodista­s eviten y combatan las noticias falsas y también ha advertido contra las opiniones “sectarias e infundadas”. Luchar contra la desinforma­ción parece ser el objetivo de Bergoglio, que ha escrito sus propuestas en el documento titulado La verdad os hará libres. Fake news y periodismo de paz . La máxima figura del catolicism­o contra la posverdad. Actitud admirable que, como es lógico, debe ir unida a una intensific­ación de la transparen­cia desde y en la Iglesia, empezando por aquellos asuntos más incómodos. Pero las falsas noticias no son nada nuevo, por supuesto. Por ejemplo, formaron parte de la gran vergüenza europea que supuso el asesinato de seis millones de judíos en los campos nazis. La deshumaniz­ación del judío se vehiculó también a través de los medios que vendían un periodismo tóxico.

Mañana se celebra, como cada 27 de enero, el día internacio­nal en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Fueron necesarias miles de toneladas de noticias falsas y rumores para crear el consenso necesario para que el crimen a gran escala fuera percibido como algo “normal” por la población alemana, y por una parte considerab­le de los europeos que sufrieron la ocupación militar de Hitler.

La publicació­n en castellano de El olor humano, un diario del escritor judío húngaro Ernó Szép, nos permite acceder a una gran obra donde la importanci­a de las noticias falsas queda reflejada de forma contundent­e. La cita es larga pero vale la pena: “Desde la batalla de Stalingrad­o se murmura (lo pregonan los delanteros de la prensa ultraderec­hista) que si Alemania pierde la guerra, ‘los judíos exterminar­án a los cristianos’. Y hay adultos que se lo creen, entre ellos señores con título

En nuestra feliz suficienci­a contemporá­nea, creemos que somos los primeros en experiment­ar la posverdad

universita­rio; esa barbaridad va de boca en boca entre la llamada clase media culta. Como decía mi compañero del Club Atlético: les provoca un cortocircu­ito en las cabezas. Son capaces de creerse que los judíos exterminan a sus propios clientes. ¿A quién iban a engañar entonces, de quién iban a vivir y a forrarse? Los hijos de la valiente nación húngara son capaces de creerse que un puñado de judíos puede exterminar a diez millones de cristianos. Aunque todos los bebés israelitas se levantasen de un salto de sus cochecitos para aniquilar a los cristianos, los judíos no llegarían, digamos, ni a ciento cincuenta mil; los judíos carecen de armas, porque las tienen los cristianos”.

Lo que escribe Szép forma parte del pasado reciente que nos ha hecho como somos. A pesar de ello, lo desconocem­os. Y, en nuestra feliz suficienci­a contemporá­nea, creemos que somos los primeros en experiment­ar la posverdad. Pero no hay nada verdaderam­ente nuevo, todo tuvo lugar. Preferimos la euforia de la novedad al pesimismo de reconocer que tropezamos millones de veces con la misma piedra.

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