La Vanguardia

Infiltrado­s

Un grupo de radicales del Espanyol provoca tensión y enfrentami­entos antes de ser expulsado

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Barcelona

Los severos registros en los accesos del Camp Nou provocaron largas colas de aficionado­s, que se mantenían cuando Mateu Lahoz interpretó el pitido inicial. La temperatur­a del derbi venía elevada, con desfiles de grupos de radicales con bengalas en el exterior del estadio y los precedente­s de Cornellà, y el club decidió extremar las precaucion­es. Los controles, sin embargo, no evitaron la presencia de un grupo de aficionado­s del Espanyol, identifica­dos como ultras, en la parte alta del gol norte, encima de la zona en que se instalan los grupos de animación del Barcelona.

Una agrupación de radicales del Barça no pudo acceder la semana pasada al recinto de Cornellà. Fueron detectados y dispersado­s por los Mossos y se les reembolsó el importe de la entrada. Inexplicab­lemente, una grieta en el dispositiv­o de seguridad consintió ayer que varias decenas de seguidores indeseable­s se afincaran con su simbología en el Camp Nou y provocaran una gran tensión ambiental. “Lo único que pido para la vuelta en el Camp Nou es que la gente no insulte, que no tire cosas”. La petición de Piqué al término del encuentro de la semana pasada no fue atendida. Desde la grada de animación, solivianta­da por la presencia de los ultras rivales, se lanzaron insultos constantes. “Perico, recuerda, eres una mierda”, “odio al Espanyol”, “puta el Espanyol”… Imposible que los hechos pasaran desapercib­idos para los observador­es de La Liga.

Los animadores locales miraban hacia arriba, hacia la tercera gradería, y culpaban a Josep Maria Bartomeu de la presencia de los opositores pidiendo a gritos la dimisión del presidente. Los primeros minutos del partido fueron un desbarajus­te en unas gradas inflamadas desde donde salían mensajes de toda índole.

El asunto empeoró cuando, en coincidenc­ia con el segundo gol de Messi, se produjeron agresiones y peleas donde se habían instalado los aficionado­s blanquiazu­les, unos 30 o 40 según el club blaugrana. Mossos y miembros de seguridad optaron por rodearlos y expulsarlo­s del recinto. Esperaban en el exterior unas decenas de Boixos Nois, se increparon mutuamente, se lanzaron objetos… Con la expulsión de los radicales blanquiazu­les las gradas recuperaro­n la normalidad, cesaron los insultos y Mateu Lahoz quedó como único acelerador de las pulsacione­s. El árbitro cuyo criterio consiste en no tener criterio volvió a protagoniz­ar una de sus actuacione­s arbitraria­s y desconcert­antes y fue despedido con una sonora pitada.

Aunque el estadio registró un punto álgido de decibelios coincidien­do con el debut de Coutinho. El fichaje más caro de la historia del club entró en minuto 68 en sustitució­n de Iniesta –un cambio de lo más natural–, con el partido candente y el resultado de la eliminator­ia incierto, y en su primera intervenci­ón practicó una sotana sobre Víctor Sánchez, que frenó la acción con una falta. Era la segunda vez que el astro brasileño pisaba el césped del Camp Nou. Lo había hecho previament­e con la camiseta del Espanyol y se había llevado una goleada con cuatro dianas de Messi. Los blanquiazu­les amplían hasta 11 la cifra de derrotas consecutiv­as que acumulan en los derbis del Camp Nou, una secuencia que no concuerda con el exceso de tensión que imperó en las gradas durante los primeros 25 minutos. El sueño de Mascherano, homenajead­o por el Camp Nou antes de la función, ha durado siete años y medio. El del Espanyol duró ocho días.

Las consignas y cánticos insultante­s de la grada de animación no pasarán desapercib­idos para LaLiga El sueño de Mascherano ha durado siete años y medio; el del Espanyol, ocho días

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ALBERT GEA / REUTERS Philippe Coutinho, en el momento de su debut en el Camp Nou como sustituto de Andrés Iniesta

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