¿Seguir trabajando? No, gracias

Hay una letanía que ha abducido al mundo del fútbol y los profesionales tanto la sueltan después de un 5 a 0 a favor que de un 1-2 en contra.

–Hay que seguir trabajando. ¡Qué manía con trabajar! Lo grandioso del momento de Leo Messi, contagioso, es que el tipo no está precisamente trabajando. Ya se lo dice su hijo Thiago:

–¿Otra vez vas al gol, papá? Leo Messi es determinante porque, entre otras cosas, no se toma el fútbol como un trabajo, aunque ultimamente roba balones decisivos (ver los dos primeros goles del Barça). Es un futbolista que goza manejando un balón sobre un terreno de juego. Eso no es trabajar...

Los compañeros siguen a Messi –Alba, Iniesta, ¿Coutinho?– y no trabajan sino que se divierten, la gran diferencia. Hay una alegría, una frescura y una espontaneidad que deja en evidencia al resto de equipos, cuyos jugadores trabajan, y lo que trabajarán. Uno prefiere a tal efecto las obras viarias, como esos espontáneos que se acodan y regalan consejos a los operarios. Yo no quiero ver a mis futbolistas con mono azul porque para trabajadores, los asalariados. Lo que queremos es que vivan el fútbol como Messi, que está empleando su libertad táctica para hacernos revivir el placer de correr detrás de pelotas de trapo en el patio o balones de goma sobre la playa.

No hubo humillación a un dignísimo Espanyol –hay dos tipos de culés: los que se ensañan con los pericos y quienes comprenden su minoritaria existencia–, aunque sí lucha de clases. La clase trabajadora vistió de blanquiazul, la clase recreativa iba de azulgrana.

Jugar al fútbol no es ir a trabajar. Es ir al gol.