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La posibilidad de que EE.UU. esté llevando a cabo una guerra de divisas contra el euro, y la decisión de la justicia brasileña de retirarle el pasaporte al expresidente Lula.
DESCONCIERTO en el mercado de divisas. Mientras el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, ha defendido en Davos un dólar débil, el presidente Donald Trump, poco después, se ha mostrado partidario de un dólar fuerte. Esta falta de coherencia en el puesto de mando de la primera economía del planeta genera incertidumbre, pero aún preocupa más el riesgo de que tras estas declaraciones se encuentre el embrión de una guerra de divisas.
La realidad, a día de hoy, es que es la moneda europea quien exhibe un elevado nivel de fortaleza que, a criterio de muchos analistas, resulta excesivo y sin razones aparentes que lo justifiquen. Ello empieza a preocupar en la Unión Europea porque perjudica a su economía en la medida que frena sus exportaciones a toda el área del dólar.
Influyentes voces del Banco Central Europeo (BCE) han advertido que lo último que el mundo necesita en estos momentos es una guerra de divisas, derivada de la manipulación artificial de la política monetaria, y han hecho un llamamiento a la estabilidad, que es lo que se requiere para garantizar un crecimiento mundial equilibrado y sostenido. El propio Mario Draghi, el jueves, recordó el compromiso adquirido el pasado mes de abril en el Comité Monetario y Financiero Internacional (IMFC), organismo que asesora a la junta de gobernadores del Fondo Monetario Internacional (FMI), para abstenerse de usar la política monetaria para influir en el cambio de divisas con fines competitivos.
Las cotizaciones de las divisas deben establecerlas los mercados en función de las diferentes condiciones financieras de cada ciclo económico por el que atraviesa cada país o bloque económico. En función de esto, en la actualidad, como hemos dicho, no hay razones aparentes que justifiquen que el euro se encuentre en máximos de tres años, por encima de 1,25 dólares esta semana.
Estados Unidos es quien ha anunciado subidas de tipos de interés este año, en el marco de la restricción de su política monetaria, junto a ambiciosos planes de estímulos fiscales para relanzar su economía. Los mercados financieros, por tanto, deberían apostar más por del dólar. La Reserva Federal subió sus tipos de interés hasta el 1,50% el pasado mes de diciembre y se esperan tres subidas de 0,25% a lo largo del 2018 hasta el 2,25%.
En la eurozona, en cambio, el Banco Central Europeo (BCE), según ha reiterado esta semana Mario Draghi, no tiene previsto subir sus tipos de interés, que están en el cero por ciento, hasta mediados del 2019. Y eso únicamente en caso de que la tasa de inflación se acerque finalmente a niveles del 2%, desde el 1,4% con que cerró en diciembre del 2017.
A la vista de los datos citados, el desajuste de las apuestas de los mercados financieros respecto a las cotizaciones de las divisas de Estados Unidos y la Unión Europea, en función de sus respectivas políticas monetarias, es evidente. La razón que justificaría la fortaleza del euro frente al dólar podría encontrarse en el factor de que la divisa europea despierta una mayor confianza por el crecimiento económico y, sobre todo, por el rigor fiscal de la eurozona, que ha superado además los grandes retos políticos del 2017 con el colofón de la probable gran coalición en el gigante alemán.
En cualquier caso, como ha reconocido el propio Mario Draghi esta semana, no es buena la incertidumbre que se ha generado respecto a los tipos de cambio de las divisas y las relaciones internacionales, así como tampoco es conveniente una cotización del euro sobrevalorada.