Trump, ‘cheerleader’ en jefe
Un presidente conciliador dice en Davos: “EE.UU. está abierto a los negocios”
El presidente Donald Trump demostró otra vez que le obsesiona ser admirado. Dentro y fuera.
Hace un año escaso, su primer gran enfado presidencial se produjo porque su toma de posesión en el Mall de Washington contó con mucha menos asistencia que las dos previas de Barack Obama, en especial la del 2009. En contra de las evidencias, reclamó para él ser el presidente más aclamado.
Ayer, en Suiza, rodeado de esos millonarios a los que se les escapaba una mueca de desagrado cuando veían al The Donald inmobiliario, Trump sacó pecho.
Se palpó su satisfacción al llegar al Foro Económico Mundial. “Tenemos una enorme multitud, una multitud como nunca se había visto antes en Davos”, alardeó. Para su mitomanía, hubo veteranos cronistas de esta cita que aseguraron no haber visto nada igual. Tal vez lo único comparable fue la recepción hace 12 años de Angelina Jolie, que acudió con el entonces su marido Brad Pitt.
Ha nevado mucho desde esa fecha, cuando a nadie le podía pasar por la cabeza, ni siquiera en sueños –o pesadillas– que Trump sería presidente de EE.UU.
Pero ahí estaba él, convertido en el hombre más poderoso del planeta, dicen los estereotipos.
Al irrumpir en una sala repleta, unos 1.600 asistentes, con líderes mundiales de la política y los negocios, las élites que tanto criticó en campaña, recibió un aplauso más bien modesto. En la introducción, Klaus Schaw, máximo responsable del foro, recogió silbidos al afirmar: “Soy consciente de que tu fuerte liderazgo está abierto a ideas equivocadas y a interpretaciones parciales”.
Sin embargo, el discurso de Trump, el primero en 18 años de un presidente estadounidense en Davos, tuvo un tono conciliador, nada inflamatorio pese a no obviar sus dosis de populismo, con una línea argumental que consistió en vender la marca América.
“Estados Unidos está abierto a los negocios, volvemos a ser competitivos”, proclamó. “Estoy aquí para dar un mensaje sencillo. Nunca ha habido un tiempo mejor para contratar, construir invertir y crecer en Estados Unidos”, reiteró con monotonía.
Así es, un proteccionista reclamando a los globalizadores que acudan en tromba con su dinero.
“Pienso que soy un cheerleader (animador) de mi país. Y soy un cheerleader porque amo a mi país y porque lo estamos haciendo muy bien”, añadió. “Cuando crece la economía de Estados Unidos, crece la del mundo”, dictaminó.
“No necesitamos una conferencia de un vendedor, sino la visión de una renovada cooperación para crecer”, replicó en un tuit la ministra de finanzas de Dinamarca, Kristian Jensen.
La multitud asistió a la lectura de sus palabras de manera educada. A pesar de que el auditorio era una incongruencia si se piensa en los exabruptos del candidato en los mítines, la mayoría de los presentes, con predominio de jefes de multinacionales, son palmeros del recorte de impuestos firmado por Trump y que beneficia, sin duda, a las corporaciones.
Aunque le escucharon sin salidas de tono –ni críticas ni aplausos durante su intervención–, sí que se escuchó un “boooooo!”.
Sucedió ya hacia el final, en el momento en el que Schaw le formuló un par de preguntas. La se-
INTERNACIONAL ‘FAKE NEWS’ “Hasta que fui político no supe lo mezquina, viciosa, falsa que puede llegar a ser la prensa”
AMÉRICA PRIMERO
“No vamos a cerrar los ojos a conductas depredadoras que dañan el comercio”
‘BOOOOO!’
El público estuvo educado, salvo el abucheo cuando atacó a la prensa
LA MINISTRA DANESA
“No necesitamos la charla de un vendedor, sino una visión para crecer”
gunda versó en cómo su experiencia empresarial le ha sido útil para la presidencia.
Se colgó medallas por su carrera –“He sido muy bueno construyendo cosas” o “he tenido mucho éxito ganando dinero”–pero no desaprovechó la ocasión de internacionalizar su lema del fake news para desacreditar a los críticos internos, en un momento en que se cierne sobre él la sombra del Rusiagate y su intento de echar al fiscal especial Robert Mueller (ver más información en esta página).
“No ha sido hasta que me he convertido en político que he comprendido lo repugnante, mezquina, viciosa, falsa que puede llegar a ser la prensa”.
Este fue el único instante en el que, al margen de hipérboles, Trump hizo de Trump.
Por supuesto que en el camino de su disertación dejó algunos de sus mojones nacionalistas que ya son señas de identidad, como el refuerzo de las fronteras, el endurecimiento de las normas migratorias o subrayar el que cada nación defienda sus intereses por encima de todo.
“Como presidente de Estados Unidos, siempre pondré América primero, como cualquier líder de otros países haría”, recalcó. Pero buscó un equilibrio y no se olvidó de contrapesar su impulso arancelario al apostillar la coletilla de que “América primero no significa América sola”.
Repitió su estribillo de que apoya los tratados comerciales, siempre que sean justos y recíprocos. “No vamos a cerrar más los ojos... a comportamientos depredadores que distorsionan el mercado global y dañan los negocios”.
Por esto, su apuesta pasa por pactos uno a uno, más que regionales. Sin embargo, abrió la puerta a volver al Tratado Transpacífico (TTP), del que se distanció hace unos meses.
En esta línea de corrección, Trump elogió la cooperación internacional en la lucha para combatir el terrorismo del Estado Islámico (EI). Pero, en aras de evitar choques, en ningún momento se refirió a asuntos que preocupan a la comunidad global, cuestiones que incluyen el cambio climático, el destino de los refugiados o las soluciones diplomáticas para lugares conflictivos, como Oriente Medio.
Se cruzan apuestas a que el martes, en su discurso del Estado de la Nación, aparece la cara oculta de Davos.