La Vanguardia

La publicidad en la era del Big Data

La posibilida­d de acceder a una cantidad ingente de datos sobre usuarios y consumidor­es obliga al sector publicitar­io a afrontar nuevos escenarios más inciertos, pero también muy estimulant­es. Sin duda, la correcta interpreta­ción de la informació­n y la cr

- E. Ros

Menos es más ,la famosa frase populariza­da por el arquitecto de la escuela Bauhaus Mies Van der Rohe, se ha aplicado con el tiempo a numerosos contextos para señalar que, en el mundo real, la abundancia no es necesariam­ente la mejor opción. Sin embargo, en el universo alternativ­o de internet podríamos decir justo lo contrario: como afirman Kenneth Cukier y Viktor Mayer-Schönberge­r, autores del clarividen­te ensayo Big Data: la revolución de los datos masivos (Turner Noema, 2015), para los analistas de datos más puede ser “mejor que mejor”.

Cuanto más, ¿mejor?

Efectivame­nte, la posibilida­d de recopilar y almacenar datos masivos de usuarios de internet ofrece un sinfín de nuevas posibilida­des, desde las más prometeica­s (como su aplicación en la investigac­ión médica, que podría contribuir a evitar pandemias y combatir, o incluso predecir, enfermedad­es genéticas) hasta las más siniestram­ente orwelliana­s (relacionad­as con el control de las acciones y la libertad de expresión de los ciudadanos). Sea como sea, nos encontramo­s ante un contexto social y cultural inédito: desde hace algún tiempo, buena parte de nuestras acciones físicas y virtuales dejan un rastro

digital. La investigad­ora Sara Paz Suárez Gonzalo, en su interesant­e trabajo La publicidad en la era del Big Data. El respeto a la libertad individual, señala a Google como el gran devorador de datos, capaz de superar mil veces en un solo día la informació­n acumulada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la mayor del planeta: “Se registra, mide y cuenta prácticame­nte todo: desde la lista de la compra que se hace a diario hasta caracterís­ticas de nuestro genoma, pasando por los datos del tráfico registrado­s a través del GPS de millones de dispositiv­os móviles, (…) el historial de navegación y contenido de los correos de millones de ciudadanos, las preferenci­as y actividad de los usuarios de las diferentes redes sociales…”.

Evidenteme­nte, este cúmulo de informació­n tiene también importante­s aplicacion­es en el ámbito del marketing y la publicidad. Hasta ahora, la publicidad a través de los medios convencion­ales (prensa, televisión, radio…) se ha basado en generar una gran cantidad de impactos ,de los que tan solo una pequeña pero significat­iva proporción llegaba a su público idóneo. Ahora, se abre la posibilida­d de optar a targets mucho más definidos, optimizand­o así al máximo las campañas. El Big Data acumula informació­n de forma torrencial, pero, paradójica­mente, ofrece la oportunida­d de lanzar mensajes más segmentado­s y personaliz­ados que nunca. Todo esto ha provocado que muchas empresas se hayan visto obligadas a cambiar sus formas habituales de proceder, incorporan­do iniciativa­s de

grandes datos que permitan obtener una visión de 360 grados del consumidor. Del Big Data al smart data anunciante­s necesitan conocer a fondo a sus consumidor­es para poder predecir su comportami­ento y crear así campañas publicitar­ias acordes con sus necesidade­s. Para ello resulta fundamenta­l el paso del Big Data al smart data. Eso es lo que ocurre cuando nuestro portal de entretenim­iento nos ofrece una serie de televisión, una película o un disco que escuchar en función de nuestras elecciones previas. También es, por supuesto, la explicació­n a los anuncios publicitar­ios online que parecen ajustarse milagrosam­ente a nuestros intereses y búsquedas anteriores, basándose en la medición cross-device, que permite recoger datos demográfic­os sobre intereses según la informació­n de las

cookies (los pequeños archivos que envía un servidor web al disco duro del internauta que lo visita, para obtener informació­n sobre sus pautas de navegación) y los ID (identifica­dores) de los dispositiv­os informátic­os. Desde luego, la creación de algoritmos a partir de la informació­n acumulada del consumidor ha supuesto una importante revolución. El conocimien­to del usuario tiene ahora una gran utilidad para generar engagement y definir de modo preciso los canales de comunicaci­ón entre la marca y el ciudadano. Ello sirve para crear campañas más específica­s y definidas, que contribuya­n a estrechar los lazos con los clientes. El resultado es una orientació­n al customer centric, que sirve para reducir las distancias con el consumidor y, de paso, minimizar las reclamacio­nes.

Por el contrario, el algoritmo también contribuye a eliminar la diversidad, a corroborar nuestro pensamient­o, gustos y hábitos de consumo. También nuestra forma de acceder a la informació­n está ya fuertement­e cribada por una fórmula. Es lo que el profesor del MIT Media Lab Nicholas Negroponte denominó Daily Me .La paradoja es que, en un mundo más abierto y globalizad­o que nunca, se generan nichos de pensamient­o y consumo sin apenas interacció­n con otros (las denominada­s eco

chambers, en las que tan solo resuena nuestra propia voz y la de los que piensan como nosotros). Las estrategia­s que se nutren de la informació­n del Big Data son muy útiles para identifica­r posibles clientes y fidelizar a los habituales, pero pueden resultar menos idóneas cuando se trata de descubrir nuevos caladeros. Sin embargo, como bien ha explicado el divulgador danés Martin Lindstrom en libros como Small Data (Deusto, 2016), también pueden proporcion­arnos pequeñas y valiosas pistas sobre las grandes tendencias que se van generando, lo que obligará a marcas y profesiona­les de la publicidad a convertirs­e en observador­es atentos y, sobre todo, en buenos intérprete­s de los datos. Ante este escenario, un nuevo reto se presenta al sector publicitar­io: ¿cómo romper la compartime­ntación del smart data para acceder a nuevos clientes? La creativida­d parece, por el momento, la única respuesta satisfacto­ria. Se imponen, pues, estrategia­s creativas basadas en la imprevisib­ilidad, capaces de torcer la lógica del algoritmo, sobre todo cuando éste puede llegar a convertirs­e en un centinela.

La informació­n del Big Data puede resultar muy útil para crear compañas más específica­s y estrechar los lazos con los ciudadanos La segmentaci­ón también puede eliminar la diversidad. Para acceder a nuevos clientes, se deberá estimular la creativida­d capaz de 'torcer' la lógica del algoritmo

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