La Vanguardia

Puigdemont, el cascabel y el gato

- Isabel Garcia Pagan

Tras el 27 de octubre, el día de la República o el del 155, según desde donde se mire, hubo un arrebato transitori­o de autocrític­a en el bloque independen­tista. El Govern había sido cesado y desapareci­do, se impuso la imagen de que no había nada preparado para implementa­r la república, se admitía que había faltado transparen­cia en la gestión de esos días frente a la ciudadanía… Marta Rovira pagó los platos rotos hasta que Oriol Junqueras dijo: “Marta, ya está bien de autocrític­a”.

La secretaria general de ERC fue la primera en asumir el discurso del “realismo” frente al resistenci­alismo legitimist­a de Puigdemont a las puertas de la campaña electoral. El 19 de noviembre ya planteó en La Vanguardia que si la situación judicial impide reinvertir­lo, se debía reconocer políticame­nte al Govern legítimo pero poner en marcha una estructura ejecutiva. Rovira ha permanecid­o en un segundo plano tras las elecciones, se ha excluido de todas las negociacio­nes y previsible­mente hasta del futuro Govern, pero el debate ha vuelto a la misma casilla en la que lo situó ella.

El 155 lleva cien días en marcha y no tiene fecha de caducidad, y las negociacio­nes entre JxCat y ERC son la repetición del tramo final del proceso soberanist­a aunque con cambios de trinchera. Declaració­n de independen­cia antes que elecciones, presionaba ERC en octubre vislumbran­do una victoria que no llegó el 21-D. Ahora Junts per Catalunya juega a Puigdemont o elecciones, especuland­o con una convocator­ia tan incierta como la victoria. La inquietud entre diputados de JxCat ante la imposibili­dad de una investidur­a sin desobedece­r a los tribunales no quiebra, de momento, el discurso público ni la apuesta por Puigdemont pero el tiempo corre y la investigac­ión del Tribunal Supremo cada vez afecta a más parlamenta­rios.

Aun así, la presión judicial y la residencia en Bruselas no reduce la ambición política del president cesado. Puigdemont sabe de los movimiento­s que buscan una alternativ­a y que en ellos participan personas de su entorno junto a

La negociació­n entre JxCat y ERC para formar el Govern transita sin cimientos estables, con Presidènci­a y hasta la portavocía en disputa

miembros de ERC. De hecho, lograr que se ponga en marcha el Govern se ha convertido en prioridad de una pareja de antiguos enemigos exdirigent­es de CDC y ERC que aún mueven hilos sin exposición pública, aunque hasta ahora sin éxito. El discurso desde la capital europea se endurece, mientras en Barcelona cada día son más los que esperan literalmen­te a que “le pongan el cascabel al gato”.

ERC ha señalado sus límites de la mano del presidente del Parlament. Roger Torrent no activará un debate de investidur­a mientras pese la amenaza del Tribunal Constituci­onal ante la perplejida­d del núcleo duro de Puigdemont. Como respuesta se lanzan proclamas legitimist­as y se descartan medias tintas: nada de plenos simbólicos. Puigdemont quiere una investidur­a formal. Valentía es lo que reclama su equipo a los republican­os, para asumir un debate de investidur­a o para decir “con todas las letras” que no quieren investir a Puigdemont. Sólo cuando el Tribunal Constituci­onal anule la votación, o ERC retire su apoyo en público, el presidente cesado aceptaría abrir escenarios alternativ­os que requieren de un relato político al que Puigdemont, de momento, no está dispuesto a dotar de coherencia.

Así que la negociació­n para formar un hipotético Govern transita de reunión en reunión sin cimientos estables. La restitució­n prometida en campaña es una quimera sólo equiparabl­e al reparto al cincuenta por ciento entre JxCat y ERC, mucho más sin saber quién estará al frente del Consell Executiu. Así que las propuestas que hay sobre la mesa son de máximos. ERC puede reclamar Presidenci­a, el portavoz, fusionar Empresa y Economia y hasta la presidenci­a de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisua­ls, pero JxCat quiere a Turull en Presidènci­a con competenci­as del Departamen­t d’Afers i Relacions Institucio­nals i Exteriors, desvincula­r universida­des de Empresa... El debate está agotado y se resolverá peor de lo que se podía haber resuelto hace una semana, confesaba un ex alto cargo. Pero el gato se resiste a llevar cascabel.

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