Puigdemont, el cascabel y el gato
Tras el 27 de octubre, el día de la República o el del 155, según desde donde se mire, hubo un arrebato transitorio de autocrítica en el bloque independentista. El Govern había sido cesado y desaparecido, se impuso la imagen de que no había nada preparado para implementar la república, se admitía que había faltado transparencia en la gestión de esos días frente a la ciudadanía… Marta Rovira pagó los platos rotos hasta que Oriol Junqueras dijo: “Marta, ya está bien de autocrítica”.
La secretaria general de ERC fue la primera en asumir el discurso del “realismo” frente al resistencialismo legitimista de Puigdemont a las puertas de la campaña electoral. El 19 de noviembre ya planteó en La Vanguardia que si la situación judicial impide reinvertirlo, se debía reconocer políticamente al Govern legítimo pero poner en marcha una estructura ejecutiva. Rovira ha permanecido en un segundo plano tras las elecciones, se ha excluido de todas las negociaciones y previsiblemente hasta del futuro Govern, pero el debate ha vuelto a la misma casilla en la que lo situó ella.
El 155 lleva cien días en marcha y no tiene fecha de caducidad, y las negociaciones entre JxCat y ERC son la repetición del tramo final del proceso soberanista aunque con cambios de trinchera. Declaración de independencia antes que elecciones, presionaba ERC en octubre vislumbrando una victoria que no llegó el 21-D. Ahora Junts per Catalunya juega a Puigdemont o elecciones, especulando con una convocatoria tan incierta como la victoria. La inquietud entre diputados de JxCat ante la imposibilidad de una investidura sin desobedecer a los tribunales no quiebra, de momento, el discurso público ni la apuesta por Puigdemont pero el tiempo corre y la investigación del Tribunal Supremo cada vez afecta a más parlamentarios.
Aun así, la presión judicial y la residencia en Bruselas no reduce la ambición política del president cesado. Puigdemont sabe de los movimientos que buscan una alternativa y que en ellos participan personas de su entorno junto a
La negociación entre JxCat y ERC para formar el Govern transita sin cimientos estables, con Presidència y hasta la portavocía en disputa
miembros de ERC. De hecho, lograr que se ponga en marcha el Govern se ha convertido en prioridad de una pareja de antiguos enemigos exdirigentes de CDC y ERC que aún mueven hilos sin exposición pública, aunque hasta ahora sin éxito. El discurso desde la capital europea se endurece, mientras en Barcelona cada día son más los que esperan literalmente a que “le pongan el cascabel al gato”.
ERC ha señalado sus límites de la mano del presidente del Parlament. Roger Torrent no activará un debate de investidura mientras pese la amenaza del Tribunal Constitucional ante la perplejidad del núcleo duro de Puigdemont. Como respuesta se lanzan proclamas legitimistas y se descartan medias tintas: nada de plenos simbólicos. Puigdemont quiere una investidura formal. Valentía es lo que reclama su equipo a los republicanos, para asumir un debate de investidura o para decir “con todas las letras” que no quieren investir a Puigdemont. Sólo cuando el Tribunal Constitucional anule la votación, o ERC retire su apoyo en público, el presidente cesado aceptaría abrir escenarios alternativos que requieren de un relato político al que Puigdemont, de momento, no está dispuesto a dotar de coherencia.
Así que la negociación para formar un hipotético Govern transita de reunión en reunión sin cimientos estables. La restitución prometida en campaña es una quimera sólo equiparable al reparto al cincuenta por ciento entre JxCat y ERC, mucho más sin saber quién estará al frente del Consell Executiu. Así que las propuestas que hay sobre la mesa son de máximos. ERC puede reclamar Presidencia, el portavoz, fusionar Empresa y Economia y hasta la presidencia de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, pero JxCat quiere a Turull en Presidència con competencias del Departament d’Afers i Relacions Institucionals i Exteriors, desvincular universidades de Empresa... El debate está agotado y se resolverá peor de lo que se podía haber resuelto hace una semana, confesaba un ex alto cargo. Pero el gato se resiste a llevar cascabel.