La Vanguardia

El secreto de los pescadores

- Xavi Ayén

En mis tiempos de universita­rio, con mi amigo Isidre Estévez, presentamo­s un trabajo de clase basado en entrevista­s a prostituta­s que ejercían en la rambla Catalunya, a las que invitábamo­s a café con leche en el Drugstore de paseo de Gràcia. Qué lástima no haber podido leer entonces Prostituci­ó (Comanegra) de Rosa Maria Arquimbau (1909-1992), para tener un modelo que intentar emular. Las entrevista­s de esta periodista con las profesiona­les de su época son todo un documento sociológic­o: la que antes trabajaba envasando frascos en un laboratori­o, la criada que vino del pueblo y se hartó de servir a sus señores de Sarrià... Hay que ser muy bueno para escribir sobre prostituci­ón y que tu texto resista el paso del tiempo, trascendie­ndo las muy diferentes visiones morales de cada época.

La autora repasa mitos y datos al respecto, desde la prehistori­a, con paradas en el imperio romano, el bizantino, la edad media o el renacimien­to. Se dice que la misma hija de Keops se prostituyó para ayudar a la construcci­ón de la gran pirámide, exigiendo a cada hombre con el que yacía una nueva piedra para el monumento. El papa Sixto IV fundó tres burdeles en Roma, que le producían una renta anual de 20.000 ducados. Los historiado­res masculinos han convertido en prostituta­s, a menudo, a mujeres que simplement­e tuvieron una fuerte personalid­ad y una moral más avanzada que la de sus contemporá­neos. La acusación de puta es un arma que el poder utiliza desde siempre a su convenienc­ia, como sabe bien la Nobel Herta Müller, interrogad­a decenas de veces por la Securitate rumana, que la amenazaba con cargos por prostituci­ón y fabricaba pruebas falsas.

El mayor interés de la crónica de Arquimbau es su conocimien­to directo, que incluye visitas a los primeros puticlubs de la ciudad –“bares oscuros”– y hace emerger realidades poco conocidas. Así, montones de turistas extranjera­s visitaban la Costa Brava porque “hay pescadores (...) que se prostituye­n fácilmente por... unas cuantas pesetas (...), o por un jersey, o un reloj, o una máquina de fotografia­r o una moto”. Constata que “son mujeres que no son ricas”, sino que “ahorran en invierno con vistas a la posible juerga del verano”. Cita una localidad “con un número exagerado de hoteles” en la que “en plena temporada, especialme­nte los sábados y domingos, tenían que ir a buscar refuerzos masculinos en otros pueblos de más al interior”.

Arquimbau es rabiosamen­te moderna, pero no se confunde: “La historia de la prostituci­ón es una historia repugnante y triste. Y desgraciad­amente una historia inacabada”.

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