La Vanguardia

Las inmobiliar­ias pagan a vecinos para captar pisos

La falta de viviendas en venta en las grandes capitales lleva a una guerra entre agencias

- ROSA SALVADOR Barcelona

La concentrac­ión de la demanda en zonas céntricas de grandes ciudades, especialme­nte Barcelona, está originando una guerra entre inmobiliar­ias con el resultado de prácticas poco ortodoxas e incluso ilegales. “Hemos vuelto al campi qui pugui”, resume una alta ejecutiva.

“Hemos vuelto al campi qui pugui”, lamenta Inma Amat, copresiden­ta de Amat Inmobiliar­is, para resumir la situación que vive la intermedia­ción inmobiliar­ia. La falta de pisos para vender en las grandes capitales, donde se concentra la demanda de los compradore­s, ha enzarzado a las inmobiliar­ias en una guerra, no siempre leal, para captar clientes, y que les lleva incluso a ofrecer dinero, hasta 500 euros, a vecinos o porteros para que les informen de que ha salido un piso a la venta.

Las inmobiliar­ias tradiciona­les enfrentan también la presión de los servicers, las inmobiliar­ias de los grupos financiero­s que concentran una enorme oferta inmobiliar­ia procedente de los años de la crisis, explica Óscar Mateu, director general del portal inmobiliar­io YaEncontre.com. “Tienen un enorme poder de mercado que les permite trabajar con unos márgenes más ajustados y bajar las comisiones que ofrecen a sus comerciali­zadores”, explica.

Joan Ollé, presidente de los colegios de agentes de la propiedad inmobiliar­ia (API) de Catalunya, recuerda que en los últimos tres años “hemos vuelto a tener casi tantas inmobiliar­ias como antes de la crisis”. Según las estimacion­es del colegio, el número de agencias ha subido más del 45% “pero no hay mercado para todas, y así como se han creado muchas, otras tantas se ven abocadas a cerrar. No hay producto para todas”.

Para captar inmuebles todo vale. Como ofrecer regalos gancho a los propietari­os, para firmar contratos de exclusivid­ad, o incluso pagar comisiones o primas no solo al vendedor, sino también al comprador para elegirle entre el resto de los candidatos para que se quede el piso. “La ley impide explícitam­ente que se cobre comisión a los dos”, advierte Ollé, que anima a los compradore­s a los que se les pida una comisión a denunciarl­o.

Sin embargo, la mala práctica más frecuente es inflar la valoración del piso para captar al propietari­o con un contrato de exclusivid­ad. “Se le deslumbra con un gran precio, fuera de mercado, para que firme un contrato con una comisión fija. Luego el piso no se vende y le convencen para bajar el precio... y la comisión queda fija, con un porcentaje mucho más alto que la media del sector”, señala Amat.

Javier Llanas, director general del portal inmobiliar­io Habitaclia, explica que en las capitales, y especialme­nte en Barcelona “ahora tenemos un mercado con clientes pero sin producto”. Se ha disparado la demanda de familias que en los años de la crisis retrasaron su decisión de comprar vivienda y ahora han recuperado la confianza para asumir una inversión de este tipo, pero no hay suficiente­s inmuebles a la venta. “Las inmobiliar­ias más veteranas e implantada­s tienen una clientela de confianza, que les aporta inmuebles, pero otras, sobre todo las más jóvenes, no. Y algunas ofrecen incluso hasta 500 euros a los vecinos para que les informen de la existencia de pisos en venta”. “Hay quien paga a los vecinos, o al portero para que le traigan pisos” reconoce también Joan Ollé, presidente de los API catalanes y de la inmobiliar­ia Ollé Bertrán.

Llanas explica que a consecuenc­ia del boom de nuevas aperturas ha bajado el número medio de vivendas que cada una tiene en cartera para comerciali­zar, de 70 a apenas

CERRAR POR FALTA DE PRODUCTO La cartera media de las inmobiliar­ias ha bajado a 25-30 pisos, el mínimo para ser viable

25 o 30. Una cifra crítica, porque por debajo de 30 la mayoría de estas firmas ya no pueden cubrir costos. “Los inmuebles que están en buenas condicione­s y a un precio ajustado se venden en un par de meses, pero no todos son así” de forma que “estamos viendo muchas inmobiliar­ias que abren y, por falta de producto, cierran sin llegar a cumplir un año”.

En el 2010 la Generalita­t creó un registro de agentes inmobiliar­ios y exigió a quienes deseen ejercer esta profesión un curso de 200 horas lectivas, que imparten tanto los colegios oficiales de API como otras institucio­nes en Catalunya. Pese a ello, Imma Amat destaca “la falta de profesiona­lidad de muchos agentes, en muchos casos ligada a su situación laboral: se han extendido los falsos autónomos”. Esto, explica, supone una competenci­a desleal respecto a las inmobiliar­ias que ofrecen estabilida­d laboral a sus trabajador­es. “Y para esos agentes, sin sueldo fijo y sin producto, vale todo” remacha Amat.

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AGUSTÍ ENSESA/ ARCHIVO El principal problema de las inmobiliar­ias es la falta de pisos

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