La Vanguardia

El descomunal poder de la mente

- Quim Monzó

Durante la gala de los Goya, el presentado­r Joaquín Reyes se acercó a Leticia Dolera y le preguntó qué le parecía el desarrollo del acto. La respuesta de la actriz fue espléndida, tanto que sin ningún tipo de duda pasará a los anales de los grandes coscorrone­s:

–Os ha quedado un campo de nabos feminista precioso.

Mi otro yo y un servidor estábamos charlando de eso, y de la última ocurrencia de Pepsi, que quiere fabricar patatas fritas específica­s para mujeres, y “snacks especiales para que las mujeres puedan comer de forma femenina”. Y hablando de estas cosas y de cómo a menudo reivindica­ciones sensatas caen en el ridículo, mi otro yo me habló de la noticia que explica que si te tocas pensando en una mujer la estás violando. Le contesté que será de alguno de esos medios paródicos, tipo El Mundo Today, que remedan la realidad para subrayar lo absurdo de algunas propuestas. Me dijo que no, que va en serio.

Ha sido así como he descubiert­o la existencia de Rebelión Feminista, una asociación dedicada a la formación en materia feminista que tiene su sede en León. Hace meses anunció que “la cultura de la violación no criminaliz­a todas aquellas violacione­s en las que no intervenga un pene”. De entrada pensé que era lógico. Se puede violar con las manos, con los pies, con objetos de todo tipo. Pero la cosa va más allá: “Que te toquen sin tu permiso es violación, que se toquen a sí mismos usándote como excitación, sin tu permiso, es violación”.

Me ha venido a la mente una noche que fui a casa de una amiga que, tras unos besos protocolar­ios, me dijo: “Ayer, mientras estaba en la bañera te utilicé...”. Me lo dijo con una mirada seductora –no obvia como el wink wink nudge nudge de los Monty Python–, de manera que sin más preámbulos pasamos a la acción. ¿Tengo que considerar ahora que aquella amiga me había violado el día anterior porque se había tocado usándome mentalment­e y sin pedirme permiso? ¿Y las ocasiones en que, durante un coito à deux, sale a relucir una tercera persona que ambos fornicador­es utilizan para, en murmullos, echar más leña a la excitación del momento?

La advertenci­a de Rebelión Feminista me recuerda aquellos diez mandamient­os que estudiamos en la escuela, en las clases de religión. El noveno estipulaba: “No desearás a la mujer de tu prójimo”, frase conminator­ia que el apóstol Mateo remacha en su Evangelio: “Quien mira a una mujer con deseo, en su corazón ya ha cometido adulterio con ella”. Roda el món i torna al Born del catecismo.

Ahora querría ponerme en contacto con Catherine Spaak, que al inicio de mi pubertad era mi sueño diurno recurrente, para preguntarl­e si le supieron mal los centenares de veces que la utilicé sin pedirle permiso, pero no se me ocurre cómo conseguir de forma rápida su número de teléfono o, en su defecto, el e-mail. Si alguien puede ayudarme, le quedaré eternament­e agradecido.

“Que se toquen a sí mismos usándote como excitación, sin tu permiso, es violación”

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