La Vanguardia

Coca-Cola mexicana

- Carlos Zanón

El actual premio Carvalho, James Ellroy, cae derrengado sobre el sofá. Está agotado de tantas entrevista­s. Tiene hambre. Llega una hamburgues­a. Recupera algo el ánimo. Le pregunto si es verdad que, si estás, en una habitación, a oscuras el suficiente tiempo, siempre acaba llamando la mujer que esperas. Él sonríe: “No siempre”. Luego confesará que cuando llega a casa y ve la luz parpadeand­o de su teléfono fijo se anima al saber que aún hay gente que le quiere. Escribe a mano libros de seiscienta­s páginas. En mayúsculas.

La escritora canadiense Louise Penny trabaja con ordenador. Delante de él tiene un póster con las últimas palabras del poeta irlandés Seamus Heaney’s: “No tengas miedo”. Se las dijo a su mujer. Paco Camarasa desde un escenario en la Modelo, al lado de Andreu Martín y Juan Madrid, comenta el frío que hace allí pero que hace mucho más en las cárceles de Estremera y en Soto del Real. A la niña Claudia Piñeiro su padre la llevaba a la casa de Catalunya de Buenos Aires todos los domingos. De ahí que muchos de sus personajes tengan apellidos catalanes.

Don Winslow confiesa, en un cine Aribau abarrotado, su adicción: la coca-cola mexicana. ¿Motivos? El azúcar que utilizan en México tiene más pureza que la de Estados Unidos. Pero Winslow tiene controlado el asunto: una a la semana. Cada noche de domingo acuden su mujer y él al mejor restaurant­e mexicano de San Diego y se toman unos burritos y una coca-cola. El dueño del restaurant­e se llama José y está a punto de recibir una bufanda del Barça. Los versos de José María Fonollosa, Andreu Vidal o Anne Stevenson resonaron el pasado miércoles en la Rodoreda. Los muertos nos hablan, abren un paréntesis en el ruido para que podamos olvidarnos que también nos iremos, unos sin miedo y otros con frío. Hemos tratado de entender por qué nos sigue gustando tanto Ripley, qué hay de nosotros en él y hemos añorado al escritor zurdo JeanPatric­k Manchette, de un modo muy parecido a como añoramos a Truffaut. Demasiado pronto, demasiado rápido y demasiados cigarrillo­s. Todo en riguroso blanco y negro francés.

Estas y muchas otras cosas han pasado esta semana en Barcelona durante el Festival de Novela Negra. Y en estos momentos, hay un montón de escritores y escritoras inventándo­se Barcelona y a nosotros, sus aborígenes, esos seres hospitalar­ios, pacíficos y sentimenta­les.

Unos estarán con José, embutido en una bufanda azulgrana, tomándose la coca-cola mexicana que dejaron pasar el pasado domingo. Claudia Piñeiro en El Cairo con ropa de abrigo. Louis Penny encendiend­o su portátil, un punto melancólic­a, releyendo a Heaney’s y Leonardo Padura aterrizand­o en La Habana.

Todos tendrán durante unos días algo nuestro y nosotros más libros suyos. Incluso lo tendrá Ellroy, al que imagino en una habitación a oscuras esperando una llamada y, cuando llegue y sólo entonces, podrá irse a dormir tranquilo para soñar con miles de letras escritas en mayúscula.

En este momento, hay un montón de escritores y escritoras inventándo­se Barcelona

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain