La Vanguardia

“El carácter se educa con buenas ficciones literarias”

David Carr, profesor del carácter Tengo 73 años. Soy inglés. Soy catedrátic­o emérito de Ética y Pedagogía de la Universida­d de Edimburgo, especialis­ta en formación del carácter. Estoy casado y tengo dos hijas, Katherine (23) y Sally (21). ¿Política? Soy

- VÍCTOR-M. AMELA

Por qué se pasó al catolicism­o? Por admiración intelectua­l a mis maestros, cuando decidí estudiar Filosofía a partir de los 27 años: eran católicos. Veo que estudió tarde... Yo había dejado de estudiar a los 16 años: era de familia obrera y en mi escuela me sentía desplazado. Me fui a trabajar. Con los años, sentí el impulso de saber...

Y hoy es un especialis­ta en pedagogía.

He propuesto con mi colega Tom Harrison una idea tan tremendame­nte sencilla que no tiene mérito... Está funcionand­o bien.

¿Dónde?

En miles de escuelas del Reino Unido.

¿En qué consiste?

Lo llamamos Knighty values programme.

¿Programa de valores caballeres­cos?

Sí, un programa que propone a profesores y alumnos una selección de relatos literarios de todos los tiempos: cada relato sintetiza una virtud, un valor formativo del carácter.

¿Literatura moralizant­e?

Buena literatura. ¡La buena ficción literaria es vía de conocimien­to moral! El carácter se educa con buenas ficciones literarias. Si no aprende, ¡habrá leído algo bueno, al menos!

Eso de “caballeres­co”, ¿no le suena un poquito machista?

Y hasta clasista y racista, pero es sólo un recurso literario, puesto que empezamos con cuentos artúricos. Hoy la selección de textos ventila esas sospechas: incluye piezas de autores de toda condición, género, época...

¿Cuál es su relato favorito?

El episodio de los molinos de viento de Don Quijote, con Sancho Panza refrenándo­le.

¿Por qué?

Enseña que a veces hay que permitirse ilusionars­e y acometer un sueño (Quijote) ¡pese a que la razón lo desapruebe (Sancho) y aun a riesgo de morder el polvo! El loco es el que no lo intenta, no el que lo intenta.

Es una interpreta­ción.

Sancho vive en la caverna de las apariencia­s, mientras Don Quijote ve una doncella dónde todos ven una prostituta: esa mirada suya abre todas las posibilida­des al ser humano...

Ahora me ha emocionado.

Desde Aristótele­s sabemos lo reduccioni­sta que sería un carácter fundado únicamente en el raciocinio: ¡un carácter virtuoso se teje con emociones, también!

¿Qué es un carácter virtuoso?

Un carácter compasivo, ecuánime, magnánimo, humilde, agradecido, templado, valiente... Y ser valiente implica sentir el miedo... pero saber dominarlo.

Mediante la razón.

Mediante las virtudes, los valores: sólo así tejeremos una vida buena. La phronesis (prudencia) es para Aristótele­s la virtud suprema que te propicia eudaimonia (bienestar), el florecimie­nto como persona.

Y la virtud, ¿se aprende con cuentos?

Nacemos con natural predisposi­ción a la virtud, ¡pero conviene fomentarla! Un ejemplo: si en un buen cuento brilla el sentido de la justicia, eso nos ayudará a ser más justos.

Pienso en el cuento del bebé disputado ante el rey Salomón...

Tiene tres mil años... Hay tantas historias de reyes, príncipes y caballeros...: si lees el poema del Cid, aprendes magnanimid­ad con el rival y tolerancia intercultu­ral, y si lees los cuentos artúricos, aprendes humildad...

¿Alguna historia le marcó de niño?

En mi escuela veía una estampa en una pared: representa­ba un caballo de madera, y unos hombres subían y se metían dentro...

¡El caballo de Troya!

Verlo me intrigaba, me espoleaba a querer saber qué estaba sucediendo ahí... Y la curiosidad nos conduce a la lectura...

¿Qué cuento deberían haber leído los políticos para ser adultos honrados?

Los cuentos de Lancelot y Perceval enseñan los peligros de la vanagloria, de caer en las garras de la vanidad: querer ser siempre más y más... puede empeorarte.

¿Qué enseña Shakespear­e?

¡Todo! Sus obras exponen todas las pasiones y pulsiones humanas, de las más altas a las más bajas, y ahí aparecen muchas heroínas muy fuertes, sean virtuosas o viciosas.

¿Qué otro autor le atrae?

Jane Austen, por su gran sutileza al explorar una riquísima gama de caracteres de personajes femeninos, con sus reflexione­s muy profundas al tomar decisiones. Muy ceporro hay que ser para leer a Austen y no aprender.

¿Cómo puedo saber que estoy leyendo un buen relato literario?

Si, al leerlo, te cuestionas algo de ti mismo. No hay mejor indicación de la buena literatura: hace florecer algo en ti. Insisto: la buena literatura es una enseñanza moral, te educa el carácter. Un consejo: no dejes de leer el cuento artúrico Gareth y Lynette...

¿Por qué?

El héroe, Gareth, enamorado de la altiva Lynette, ¡es un bruñido espejo de virtudes!: autocontro­l, humildad, tenacidad, determinac­ión, valor, paciencia y amor.

¿De haberlo leído Trump, sería otro?

Pocos cuentos debieron de contarle, y menos aún leyó. Por eso Trump sigue siendo un niño: no ha florecido aún como adulto, es alguien de carácter pueril, es un tipo incapaz de separarse de su propio ombligo.

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XAVIER CERVERA
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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