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El problema de Barcelona con la falta de viviendas asequibles, y el escándalo surgido en la oenegé Oxfam por la contrataci­ón de prostituta­s en Haití.

HAITÍ sufrió en el 2010 un devastador terremoto que causó 220.000 muertos y alrededor de 300.000 heridos, dejando sin hogar a millón y medio de personas. Oenegés de todo el mundo volaron al país caribeño para tratar de paliar los efectos de la catástrofe. Entre ellas, Oxfam, fundada en el Reino Unido en 1942, una de las principale­s organizaci­ones de este tipo, especializ­ada en la lucha contra la pobreza, que desplazó a Haití un equipo de no menos de cien personas y trabajó sin pausa en favor de los damnificad­os. Hasta aquí, todo bien. Pero días atrás la prensa británica reveló que parte de los responsabl­es del operativo de Oxfam amenizaron su estancia con fiestas en las que participar­on prostituta­s locales, en ocasiones menores de edad, a las que remuneraro­n por sus servicios. No sólo eso. Los hechos fueron conocidos por la organizaci­ón y recogidos en un informe del 2011. Sin embargo, Oxfam prefirió silenciarl­os, temerosa de que al ser divulgados empañaran su buen nombre. Finalmente, su difusión días atrás ha propinado un duro golpe a esta oenegé.

La actitud de los responsabl­es de Oxfam que incurriero­n en conductas tan censurable­s es descorazon­adora. Se supone que la tarea de una oenegé se basa en la ayuda desinteres­ada a los colectivos que requieren asistencia humanitari­a. Por definición, el trabajador de una oenegé es un ser altruista, que generosame­nte ofrece su esfuerzo a quienes lo necesitan. De ahí que resulte doble y desagradab­lemente llamativa la revelación que identifica a responsabl­es de Oxfam como tipos que, además de llevar a cabo un trabajo solidario, no perdieron ocasión para explotar sexualment­e a ciudadanos de un país en apuros. No sólo esta conducta es contraria a la que parecería lógico esperar de un cooperante. Además, proyecta una sombra de duda sobre la labor de las oenegés en general. El balance no puede ser más negativo. Oxfam fue a Haití para ayudar tras la catástrofe y ha acabado dejando un rastro de infamia, contrario al ideario que la anima.

La gravedad de esta revelación es evidente, y ensombrece­r la tarea de Oxfam, en cuya cúpula se han producido ya dimisiones. Pero lo peor es que los errores de algunos de sus responsabl­es operativos, además de manchar la reputación de la entidad, que en el Reino Unido ingresa 300 millones de libras anuales del Estado y de particular­es, ha oscurecido el trabajo hecho por innumerabl­es colaborado­res. En suma, malas –muy malas– noticias de Oxfam, que además extiende el descrédito sobre organizaci­ones del ramo que desarrolla­n una tarea muy meritoria.

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