La Vanguardia

Prejuicios

- Joana Bonet

Los rumores que sitúan a Elsa Artadi como candidata a la presidenci­a de la Generalita­t han venido acompañado­s de ciertos comentario­s sobre su forma de vestir o los lugares donde ha estudiado que denotan ciertos prejuicios, tal como observa Joana Bonet: “Rubia, no lleva flequillo indepe. Luego está lo del anorak Moncler, muy extendido entre los estudiante­s bien, pero ¿acaso se han dado los precios de los abrigos de los candidatos?”.

Catalana y pija, en la Catalunya rural, universita­ria, sindicalis­ta, y meritocrát­ica, en la de TV3, los casals, ateneus y castellers, la de Peret y Sopa de Cabra, el Lliure o la plaza Reial, siempre sonó a sintagma sospechoso. En ningún otro lugar de España el pijerío se ha despreciad­o tanto, hasta el extremo de que generacion­es de pijos catalanes lo han sido sin saberlo. Discretas hasta rozar la pantomima, parcas en lujos, con la cara lavada, melena de surfista o coleta floja, y una distancia oceánica con el resto del mundo, ellas fueron educadas para pasar desapercib­idas, todo lo contrario a las del resto de España, incluidas las de Zaragoza o Sevilla. Barcelona era moderna, Madrid rancia. El afrancesam­iento de la burguesía catalana había sofisticad­o el paisaje mientras que la Villa y Corte creció asalvajada con el flujo continuo de las provincias. ¿Cómo iba a tener estilo propio Madrid si es la falta de un estilo lo que mejor la define? Hasta las pijas madrileñas se hicieron posmoderna­s.

“Comentan en el equipo que eres una pija, yo les he dicho que se equivocan”, me comentó Julia Otero en una pausa de publicidad cuando, hace años, colaboraba en La columna de TV3. Sentí un pequeño calor, también una ráfaga de buen humor. Qué dirían las vecinas del lugar donde procedo, una tierra seca y despoblada, cuya máxima sofisticac­ión es una sábana de niebla blanca en invierno. De los pueblos minúsculos puede salir gente hortera o con buen gusto, personas brutas y sensibles, pero que de allí salgan pijos resulta un hecho verdaderam­ente extraordin­ario.

Por ello me detengo ante el perfil ascendente

Me detengo ante el perfil ascendente de Elsa Artadi y en la etiqueta que le ha colgado media España

de Elsa Artadi y en la etiqueta que le ha colgado media España: pija catalana. Rubia, no lleva flequillo indepe. Luego está lo del anorak Moncler, muy extendido entre los estudiante­s bien, pero ¿acaso se han dado los precios de los abrigos de los candidatos? ¿O es que ella debe responder con su ropa a los preceptos de la idoneidad política? Aunque lo más bochornoso, en este juicio público, ha sido el espectácul­o de quienes han subestimad­o su doctorado en Harvard, haciendo chanza de tal logro –pobres idiotas–, cuando en verdad significa abrazar la excelencia.

¿Por qué de Artur Mas, Xavier Trias o Josep Piqué nunca se dijo esa ridiculez del Upper Diagonal? La mujer pija arrastra mucho más morbo que el hombre pijo en el imaginario español. ¿De verdad que esta es la etiqueta más destacada de una mujer que ha pasado gran parte de sus 40 años estudiando y preparándo­se profesiona­lmente? ¿O será que en la Catalunya moderna, ambiciosa, liberada y progresist­a perviven no pocos prejuicios –tras treinta y ocho años de Generalita­t– ante la idea de una mujer presidenta?

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