Madrid, el combate que viene
Desbaratada la política catalana, el futuro político de España se va a jugar en Madrid en los próximos dos años. Cuando Barcelona se ausenta, Madrid gana protagonismo como plaza central. Es una vieja ley del Ruedo Ibérico.
Al final de la escapada, neoconvergentes y republicanos, han conseguido algo asombroso. No han logrado la independencia, como puede comprobarse. Han fabricado realidad española bajo la falsa premisa de que ya no valía la pena intervenir en la política de un país irreformable. Han conseguido despertar el nacionalismo español explícito –el implícito nunca se durmió–, empujando a unos cuantos millones de personas hacia un orgullo herido que pide mano dura y una revisión a fondo del estatuto autonómico en favor de un centralismo más eficiente.
Es la ola que cabalga Ciudadanos y que está pillando por sorpresa al Partido Popular. Después de más de veinte años de ordeñar la vaca del anticatalanismo –¿lo recuerdan? “¡Pujol, enano, habla en castellano!”-, al Partido Alfa ya no le cunde la tensión. El rédito es ahora para Ciudadanos en la medida que es capaz de vincular el rechazo a la Catalunya nacional con un proyecto de renovación. Un proyecto nacional español con sabor a máster. Todas las Elsa Artadi de Madrid votan a Ciudadanos. Insisto, el independentismo ha ayudado a fabricar política española, mientras renegaba de España y se excluía del juego parlamentario en el momento más bajo del PP.
Lo han conseguido. En estos momentos nadie quiere saber nada con ellos, aunque ofreciesen gratis sus votos al PSOE. Desbaratada la política catalana –ni Ciudadanos se atreve al juego florentino de presentar su candidatura a la presidencia de la Generalitat–, los dos años que quedan de legislatura se van a jugar en Madrid.
Y en Madrid están pasando cosas importantes La erosión del Partido Popular en la capital de España parece imparable. Esperanza Aguirre, gran especialista en las dimisiones escalonadas, puede acabar en los juzgados. El cortafuegos Cristina Cifuentes se está quemando. El Partido Alfa está en horas bajas y a algunos acusados de corrupción les están entrando unas ganas locas de hablar, para contar verdades o para acabar de enredarlo todo. Estamos asistiendo en Madrid al final de un largo ciclo de dominio. Sólo un partido fuertemente instalado en el interior del Estado puede resistir lo que todavía aguanta el partido alfa, ahora en minúsculas.
Puesto que no habrá elecciones generales anticipadas –no parece ser este el plan de Mariano Rajoy– la primera partida se jugará dentro de quince meses en el superdomingo electoral de la primavera del 2019: elecciones municipales, autonómicas y europeas.
La batalla de Madrid será especial. No será una cita fácil para Ciudadanos, ni tampoco para el PSOE. Podríamos asistir a una dura pugna entre el PP numantino y un Podemos sin coleta. La alcaldesa Manuela Carmena parece dispuesta a repetir –fijando sus condiciones– y el hombre de Podemos mejor tratado por los medios, el inteligente Iñigo Errejón, puede atraer a muchos votantes favorables al cambio en la Comunidad.
Madrid, 2019.
El PP está muy desgastado, Carmena puede querer repetir y Errejón prepara su relanzamiento