La Vanguardia

¿Nos hemos vuelto idiotas o qué?

- Quim Monzó

Nunca me pierdo las informacio­nes que cada tanto da Albert Cuesta, un periodista que se pasa la vida yendo de un país a otro para asistir a convencion­es tecnológic­as –sea en Berlín, Las Vegas o donde haga falta– y saber de primera mano las últimas innovacion­es. La próxima semana no tendrá que preparar maletas porque el MWC se celebra en Barcelona.

Su última entrega de novedades la dedicaba la semana pasada al “internet de las cosas”, una expresión que se ha hecho habitual y me divierte. ¿“De las cosas”? Pues sí: de las cosas, porque supongo que es el sustantivo más genérico que los expertos han encontrado para incluir todos los aparatos que se conectan al móvil: “contadores de agua, gas y electricid­ad, farolas, coches, buzones, contenedor­es de basura, bicicletas, lavadoras, máquinas de vending, maletas, mascotas...”. Hay paraguas que te informan de si lloverá y, por lo tanto, vale más que cojas uno antes de salir de casa. Como si no bastase con mirar al cielo desde la ventana o poner la radio para escuchar la predicción de Mònica Usart. Pues se ve que no: ahora tiene que decírtelo el paraguas. Una sensación parecida me provocan las

¿Es necesario que todas las cosas, absolutame­nte todas, estén conectadas al móvil?

hueveras de Quirky y General Electric, que van conectadas al móvil para saber si tienes que comprar huevos. Un vistazo previo a la nevera no es suficiente, ahora. Además, en caso de que la huevera contenga huevos comprados en días diferentes te avisa cuáles compraste primero para que te los comas antes. Yo eso siempre lo he sabido marcando una cruz en la cáscara de cada uno. Los que llevan la cruz son los que tengo que comer primero. Pero ahora hacerlo así es demodé.

No le veo el sentido al tostador Griffin, que por medio del móvil permite escoger si la rebanada de pan la quieres más o menos tostada, y te avisa cuando ya está a punto. Coño, ya veo yo cuando está a punto, porque sale disparada. Y con el botón que cualquier tostador tiene al lado gradúo si la quiero más o menos hecha. Pero no: ahora tiene que hacerse con el móvil; tócate los huevos. No entiendo tampoco el cubo de basura GeniCan, que escanea los códigos de barras de los envases que tiras y automática­mente hace un pedido de reposición. ¿Piensa GeniCan que de todos los productos que he consumido quiero tener más? A menudo compro algo y cuando lo acabo decido que no lo compraré más. ¿El cubo GeniCan me obligará ahora a reponer forzosamen­te todo lo que haya acabado?

En cambio, sí me convendría el tenedor inteligent­e HapiFork, que vibra cuando detecta que comemos demasiado rápido. Este ha sido (y es) uno de mis grandes problemas. A la hora de comer, más que masticar engullo. Mil veces he decidido hacerlo poco a poco pero, en cuanto doy el primer mordisco, si lo que pruebo me gusta, lo devoro. Pero no veo porqué, si en la adolescenc­ia nunca hice caso a mi madre –“¡Mastica, Quim, mastica!”– ahora tendría que hacerlo al tenedor inteligent­e HapiFork que, además, ni siquiera es capaz de preparar la espléndida tripa al horno que preparaba ella. Demasiados aparatos inteligent­es y demasiada tontería, ya me perdonarán.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain