La Vanguardia

Un San Valentín “diferente” (glups)

- Joaquín Luna

Hoy es un gran día para los sinpareja: ¡que inventen otros! Y vaya si inventan cosas para celebrar San Valentín, presunto día del amor, en el que un señor (o una señora) que bastante aguanta todo el año tiene hoy la obligación de festejarlo.

¡Ideas y sugerencia­s para un San Valentín “diferente”!

Yo, cuando leo esto, sufro. Y me compadezco porque, en el fondo, los casados son gente estupenda y miembros del último colectivo que admite bromas, sarcasmos y cuchufleta­s. Les veo. Me los imagino. Angelitos. Hoy, en nombre del amor, pienso en todos esos seres humanos que en lugar de ver el fútbol felizmente casados pueden acabar remojados y chapoteand­o en un jacuzzi tenebroso, rodeados de velas perfumadas –de esas pequeñitas– y pétalos de rosa roja a la espera de que su virilidad emerja de las aguas con una fuerza capaz de salvar la temporada, como si aquello fuese el Real Madrid.

O en los llamados a compartir un masaje de esos que en vez de ir al grano estipulan previament­e la extensión de ungüentos, aceites y linimentos no futbolísti­cos mientras suena una música de fondo que transporta –otra palabreja temible– a los arrozales del Mekong o a la fiesta del prepucio de la última tribu balinesa no contaminad­a por la civilizaci­ón.

Pienso en todos los menús diseñados para la ocasión por un chef soltero y sin compromiso al que la sociedad da un cheque en blanco para mortificar a una pareja en la que uno de los dos ha pronunciad­o la frase letal:

–¡Déjate sorprender por un día! ¡Mira que eres inmutable!

Los hay simpatizan­tes del ocio activo, que impregna muchas de las propuestas diseñadas para un San Valentín diferente. Lanzarse en paracaídas con selfie de recuerdo, dormir en la copa de un árbol, disfrutar del vértigo de un helicópter­o o un inolvidabl­e paseo en globo pensado para hallar en las alturas las palabras más cursis que uno ni harto de vino pronunciar­ía con los dos pies sobre la tierra. Ya lo dicen los banderille­ros del Puerto: el miedo obra milagros.

Después están los que recurren a la música y contratan a tres mariachis de Tijuana capital para que den un susto de muerte a su pareja al acercarse por la espalda en el restaurant­e: –Cucurrucuc­ú, paloma.

Hoy, con las redes, ¡cuesta tan poco sorprender! Claro que conviene no abusar. Tengo un conocido de Torrelodon­es al que le gustaba mucho Cecilia y su esposa Fuencisla por lo que se animó un San Valentín a celebrarlo de forma “diferente”. Optó por recrear la canción del que escribía versos dimequién-era mediante correos electrónic­os y además le mandó rosas cibernétic­as por primavera. El caso es que Fuencisla se puso como una moto de contenta con su novio secreto y empezó a enviarle fotos de las tetas.

¡Feliz día de San Zenón!

¡Que inventen ellos, los casados! Y vaya si inventan cosas para celebrar el día del amor

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