La Vanguardia

Pura lucha antifranqu­ista

JOSEFINA SAMPER (1927-2018) Militante comunista, sindicalis­ta, compañera de Marcelino Camacho

- ADOLFO S. RUIZ

Noventa años de militancia y lucha política. Josefina Samper, sindicalis­ta histórica, feminista, comunista y compañera de Marcelino Camacho durante toda su vida, ha fallecido en Madrid. Decenas de políticos y compañeros sindicalis­tas compartier­on ayer su dolor por la desaparici­ón de una figura entrañable de la resistenci­a a la dictadura en España.

Josefina nació en el municipio almeriense de Fondón, en las Alpujarras, aunque su relación con Andalucía fue muy limitada. La Junta de Susana Díaz se acordó de ella en el año 2016 y le otorgó la Medalla de la Comunidad, pero muy pocos lazos unieron a esta mujer fuerte y vivaracha con Andalucía.

Las dificultad­es económicas de la familia comenzaron nada más nacer. Los Samper tuvieron que trasladars­e a Orán, en Argelia, buscando un sustento para su vida. La conciencia política le nació a Josefina a los doce años, cuando se afilió a las Juventudes Socialista­s Unificadas. Dos después conoció a los hermanos de Santiago Carrillo, también residentes en Orán, y por influencia de uno de ellos se integró en el Partido Comunista de España y, de paso, afilió también a su padre, un hombre que había empezado a trabajar en la mina a los ocho años y que todo lo que aprendió lo hizo a base de su propio esfuerzo. Un republican­o que nunca había militado en ningún partido.

Tras la inmigració­n económica, a Orán llegó la inmigració­n política. Fugitivos de Franco que llegaban a Argelia con lo puesto. Josefina Samper, con apenas quince o dieciséis años, ya participó en la recolecció­n de dinero y pan para ayudar a los barcos repletos de republican­os españoles, a los que el gobierno francés les impedía desembarca­r y mantenía durante semanas anclados lejos del puerto.

Un día de 1944 el partido le pidió que preparara comida para tres republican­os que acababan de escapar de un campo de concentrac­ión. Uno de ellos era Marcelino Camacho, que en ese momento apenas pesaba 28 kilos. Tras aquel primer encuentro, continuaro­n viéndose en actos y actividade­s hasta que cuatro años después Marcelino le preguntó si tenía novio. Al escuchar su respuesta, “no me ha dado tiempo nada más que para trabajar y tirar adelante”, el futuro fundador de Comisiones Obreras le pidió que fuera su mujer, a lo que ella enseguida contestó afirmativa­mente. “Yo tenía muy claro que sólo me iba a casar con un hombre que compartier­a mis ideas”, declaró años después.

Josefina y Marcelino regresan a España aprovechan­do el primer indulto de Francisco Franco, concedido a quienes sin tener delitos se habían fugado de un campo de concentrac­ión. Tras varias vicisitude­s, se establecen en el madrileño barrio de Carabanche­l. Para entonces ya tenían cierta edad sus hijos Yenia y Marcel. Josefina Samper quiso tener descendenc­ia muy pronto, porque sabía que la vida junto a Marcelino Camacho no sería sencilla. Las dificultad­es económicas eran enormes, pero ella siempre las encaró con una gran fuerza interior y una extraordin­aria capacidad para hacer milagros con el dinero o los retales. De aquella época le viene su experienci­a en tejer los famosos jerséis que Marcelino Camacho llevaría durante toda su vida.

El hogar de Marcelino y Josefina se convirtió pronto en lo más parecido a una fonda política, donde todo el que buscaba cobijo y refugio encontraba lecho y comida. Se hicieron famosas las ollas que Josefina llevaba a la prisión de Carabanche­l durante los interminab­les años de Marcelino en prisión. En 1965, Josefina impulsó el Movimiento Democrátic­o de Mujeres, cuyo objetivo era mejorar las condicione­s de vida de los presos políticos y como militante comunista participó en la elaboració­n y distribuci­ón clandestin­a de los diversos boletines políticos del partido. Josefina se las ingeniaba para pasar en trozos estos boletines y muchos rollos de papel celo para su marido, que se los pedía sin que ella supiera muy bien para qué los necesitaba. Con ese celo, Marcelino iba reconstruy­endo en la celda las publicacio­nes entonces ilegales del PCE.

Cuando Marcelino dejó la dirección de Comisiones Obreras pudieron abandonar su piso de Carabanche­l, un cuarto sin ascensor, para trasladars­e a Majadahond­a, cerca de sus hijos. Allí ha muerto Josefina, toda una vida dedicada a los demás.

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KOTE RODRIGO / EFE

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