“No pienso en mi futuro porque no me importa”

Zinédine Zidane camina al filo del precipicio en plena tormenta. Y se diría que lo hace con las manos en los bolsillos y silbando. Puede que sea una pose, pero los que más le conocen insisten en que ese desapego al cargo forma parte de su personalidad. Sabe que esta Champions es la última bala que le queda para asegurar su continuidad en un club que lleva meses rastreando el mercado a la búsqueda de un sustituto. Por perder, Zidane ha perdido ante la afición hasta el encanto que le ha dado el haber ganado las dos últimas Champions. El Bernabeu ya no le aplaude a rabiar cuando, en los prolegómenos, suena su nombre por los altavoces y le abuchea en buena parte de los cambios, con su fijación por mantener a Benzema en el once a toda costa como su caballo de Troya. Zidane fue ayer una vez más fiel a sí mismo en la rueda de prensa en Valdebebas. Como futbolista, fue uno de los centrocampistas más talentosos de su generación, un virtuoso de los controles orientados. Como técnico, sus intervenciones en la sala de prensa se limitan a buscar la complicidad del interlocutor y despejar al segundo anfiteatro de un voleón cualquier pregunta que tenga que ver con el fútbol. Nunca da la menor pista de por qué le gusta esto o le disgusta lo otro. Cómo va a jugar su equipo, con quién o si prepara algo especial. Su mensaje se limita a lugares comunes y trivialidades del estilo “no importa el dibujo. Si jugamos bien, con el equipo que tenemos, podemos tener muchas posibilidades”. Ante una sala de prensa repleta de compatriotas desgranó varias veces lo que dice ante la prensa española dos veces por semana: “No pienso en mi futuro porque no me importa. No tengo que demostrar nada”. No aseguró que la BBC es incuestionable (no lo ha dicho en toda la temporada): “Lo que me interesa es que todo el equipo esté metido en el partido”. Tampoco se mojó sobre si habrá marcaje individual a Neymar. Y quiso desdramatizar: “No es una final. Es un partido de Champions”. Quizás el penúltimo.