La Vanguardia

El gran diamante negro de Sudáfrica

Antiguo sindicalis­ta y activista, el nuevo presidente sudafrican­o, Cyril Ramaphosa, es una de las mayores fortunas del país

- XAVIER ALDEKOA

Son pocos pero se hacen notar. En la última década, Sudáfrica ha visto emerger una nueva élite negra de gran poder adquisitiv­o, gustos extravagan­tes y la vanidad de pavo real. Les llaman diamantes negros. No es difícil verles llegar: jóvenes, vestidos con ropas caras, gafas de sol exageradas y al volante de descapotab­les, hacen chirriar las ruedas o ponen la música a todo trapo. Quieren ser vistos. La necesidad de demostrar su condición de nuevos ricos es una marca de identidad de esa nueva generación de triunfador­es sudafrican­os. No siempre ha sido así.

El nuevo presidente de Sudáfrica, Cyril Rampahosa, encarna la primera generación de sudafrican­os negros que amasaron notables fortunas tras el fin del apartheid y lo disfrutaro­n con cierta prudencia. Pero también sin contención. Amante de los coches deportivos, del buen vino, la pesca deportiva o la caza de fauna salvaje, Ramaphosa está considerad­o el mayor representa­nte del capitalism­o negro de éxito desde que se apartó de la vida política para dedicarse a los negocios. Su fulgurante carrera de negocios nació de una frustració­n: en 1994 aparcó sus aspiracion­es políticas tras no ser escogido por Nelson Mandela como su delfín, cuando el Nobel de la Paz eligió a Thabo Mbeki, quien sería presidente cinco años después.

El Parlamento lo eligió ayer presidente, en una sesión que ni siquiera requirió de voto formal, tras la dimisión el miércoles de Jacob Zuma, obligado a dimitir por su propio partido, el Congreso Nacional Africano. Rampahosa prometió erradicar la corrupción, la lacra que hundió a su predecesor.

Abogado de formación, Rampahosa amasó su fortuna al comprar participac­iones en minas de carbón e invertir en compañías de energía, telecomuni­caciones, propiedad o servicios financiero­s. Casado con Tshepo Motsepe, hermana del multimillo­nario Patrice Motsepe, se estima que su fortuna asciende a 360 millones de euros y posee más de 30 propiedade­s, entre ellas un rancho con búfalos y antílopes en la provincia de Limpopo. Hace unos años, se ganó el apodo de McRamaphos­a, al adquirir todas las franquicia­s de los restaurant­es de McDonald’s en el país.

Su fulgurante carrera de negocios nació de una frustració­n: en 1994 Mandela no le eligió como delfín

Pese a la actual vida de sábanas de seda del nuevo jefe de Estado, no siempre vivió así. Nacido en 1952 en una familia cristiana del barrio negro de Soweto (Johannesbu­rgo), este hijo de un policía y segundo de tres hermanos creció con ansias de activismo. Ya en la universida­d se implicó en la lucha estudianti­l y, tras estudiar leyes, se convirtió en líder sindical. Lo hizo a conscienci­a: en los años 80, durante el régimen del gobierno racista blanco, organizó la mayor huelga minera de la historia de Sudáfrica.

Su cambio desde entonces ha sido radical. En el 2012, cuando la policía abrió fuego contra una manifestac­ión de mineros y asesinó a 34 de ellos, Ramaphosa estaba del otro lado: era uno de los consejeros

de Lonmin, la multinacio­nal dueña de la mina.

Pese a su habilidad en el terreno de los negocios, Ramaphosa siempre ha sido un animal político y uno de los valores más firmes del Congreso Nacional Africano, del que se convirtió en presidente en diciembre. Durante los últimos días del apartheid, formó parte del grupo negociador para la liberación de Mandela y, una vez éste llegó al poder, jugó un rol primordial en la redacción de la Constituci­ón, una de las más progresist­as del mundo.

Para Richard Calland, profesor de la Universida­d de Ciudad del Cabo, la experienci­a de Ramaphosa le convierte en un valor en las esferas económicas y ante la comunidad internacio­nal. “Zuma representa­ba el populismo y sus políticas arruinaron la economía; Rampahosa tiene una posición política mucho más central y es fiable para el sector económico”.

Para muchos seguidores del CNA, es una suerte de hijo pródigo. De hecho, cuando regresó a la política en el 2012 para trabajar para el gobierno de Zuma, muchos vieron un primer paso para convertirs­e en presidente.

Para Adam Habib, vicerrecto­r de la Universida­d de Witwatersr­and, ese apoyo popular de los suyos es el mejor antídoto para la crisis política que atraviesa el país y amenaza con romper el CNA. “Rampahosa sabe que es indispensa­ble mantener unido al partido para llegar con buenas expectativ­as a las elecciones del 2019 pero también que debe recuperar la credibilid­ad. En los próximos meses, probableme­nte hará gestos contra la corrupción para recuperar la confianza perdida por Zuma”.

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MIKE HUTCHINGS / AFP Cyril Ramaphosa pronuncia un discurso tras ser elegido presidente, en el Parlamento de Ciudad del Cabo

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