La Vanguardia

Lanzadores de libros

- EL RUNRÚN Clara Sanchis Mira

Esta semana he conocido a dos personas que tiran libros por el aire. Un hombre y una mujer que no se conocen. No les gusta lo que están leyendo, se excitan, y lo lanzan contra el suelo o contra la pared. Aún así, son gente amable. Él se la cogió hace poco con un libro de Coetzee. Lo estaba disfrutand­o tanto, sentía tanta felicidad lectora, que un giro abrupto de la trama le pareció un insulto al propio libro. Un alarde de autor, que rompe la verosimili­tud de la historia. Me pareció que Coetzee tenía la tentación de enseñarme lo listo que es, dice, y me enfadé tanto que lancé el libro contra la pared. Estaba muy decepciona­do, recalca.

Ella, en cambio, tiró el libro al suelo. Se trataba de uno de Kant. No es el primer libro de filosofía que tiro, dice, cuando llego al capítulo en que descubro la visión sobre las mujeres, y me doy cuenta de que todas las páginas que me han estado deleitando no están escritas para mí, que soy una especie de animal de compañía. Es terrible sentir el desprecio de alguien a quien aprecias tanto. Cuando descubro que he estado admirando un libro que no me concede la mayoría de edad mental, me enciendo de rabia. Y lanzo el libro, dice.

A pesar de estos conatos violentos, los dos lectores son espíritus sensibles. Y supongo que llega un momento en que recogen el libro del suelo, no lo van a dejar ahí tirado eternament­e. Puede que hasta sientan cierta compasión, le den unas palmaditas en el lomo y lo recoloquen en alguna parte. Pero sobre el desenlace se me olvidó preguntar, impresiona­da por la imagen del lanzamient­o. Qué soltura. Qué carácter. Hay que tener una seguridad en uno mismo abrumadora para ser así de radical.

Por mi parte, hasta ahora, nunca había tirado un libro por el aire; ni se me había pasado por la cabeza

Me pregunto si usted, amable lector, pertenece también a esa clase de personas lanzadoras de libros. Me encantaría saberlo. Porque aunque a veces pueda parecer que estoy en mis cosas, le dedico a usted cada palabra. Trato de imaginarlo y ponerle cara. Ropa, zapatos, pelo. La mayoría de las veces solamente consigo ver una figura borrosa inclinada. O un abanico de ojos, a través de un caleidosco­pio. Pero pienso mucho en usted. Y espero no llegar nunca a provocarle lanzar por el aire este diario, y no digamos un soporte electrónic­o. No quisiera tener nunca nada que ver con semejante estropicio. O sí. Pero ninguno de estos lanzamient­os tendría la contundenc­ia de un buen golpe de libro.

Por mi parte, hasta ahora, nunca había tirado un libro por el aire. Ni se me había pasado por la cabeza. Por más que me haya sentido harta, herida o decepciona­da por un relato en el que había puesto todas mis esperanzas. Filósofos machistas incluidos. Siempre me he portado bien con mi librería, poniendo paños calientes entre los libros y yo. Y tantas otras cosas. Como una persona sin sangre en las venas. Hasta hoy. Porque todo tiene un límite.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain