Días de radio
La celebración del día mundial de la Radio ha vuelto a activar la musculatura creativa de un medio que, en vez de vivir instalado en una decadente melancolía, sabe proyectar hacia el futuro su vigoroso instinto de supervivencia. A la hora de comparar el talento de la radio para explotar su propia autoestima con el marketing de otros medios hay dos cosas que no me constan: que no existe un día mundial del Periódico y que Dyango compuso La ràdio (“y estos tus amigos de la radio...”) y no El periódico (“y estos tus amigos de la sección de necrológicas...).
Es verdad que la relación que establecemos con la radio sólo se puede comparar con la que tenemos con los animales de compañía. Estamos pendientes de ella pero nos permite hacer otras cosas y alimenta el espejismo de pertenecer a una comunidad anónima. El factor más relevante es la inmediatez. Difícilmente otro medio conseguirá movilizaciones espontáneas como cuando una señora deprimida llamó al programa de Luís Arribas Castro para decirle que estaba pensando en suicidarse y el inconmensurable Don Pollo la instó a subir a la azotea, contemplar la luna, respirar profundamente y volver a llamarlo para decirle si valía la pena vivir o no. Vale que eran otros tiempos, pero la radio ha perdido muy pocos de sus valores fundacionales y, en cambio, ha sabido explotar las permanentes mutaciones del presente. Y uno de los factores importantes de esta evolución ha sido un transfronterizo narcisismo gremial que espolea la tribu a reivindicar el lado radiofónico de una educación sentimental de alto contenido nostálgico.
Los periódicos, en cambio, crean otro tipo de adicción. No hace falta que te acompañen durante veinticuatro horas pero los necesitas como una droga dura para empezar el día. Mis padres estaban dispuestos a andar cuatro y cinco kilómetros cada día para llegar al quiosco y comprar uno o dos periódicos. Uno no sale indemne de semejante compulsión y del mismo modo que asumo una anatomía dividida en cabeza, tronco, auriculares y extremidades, cultivo el ritual de comprar periódicos de papel cada día aunque el ambiente general lo desaconseje. ¿Son incompatibles? En absoluto. Los viciosos sabemos que se pueden compaginar dos vicios simultáneos. No obstante, precisamente porque el día mundial de la Radio ya forma parte de la agenda mediática, conviene reivindicar el papel de los periódicos como grandes proveedores de contenidos radiofónicos. Hay una escena deliciosa: al llegar a la emisora, los redactores, editores, colaboradores y recepcionistas se abalanzan sobre los montones de periódicos recién salidos de las rotativas y los devoran, subrayan, recortan y transforman en eléctrica materia prima radiofónica. Mientras no exista el día mundial del Periódico, pues, y mientras Dyango no se digne a fijarse en el románticos sexappeal de las cabeceras, los periódicos deberán sentirse, por la parte que les toca, cómplices de la autoestima de “estos tus amigos de la radio...”.
Los viciosos sabemos que se pueden compaginar perfectamente dos vicios simultáneos