Amando al monstruo
Ha escrito uno ya tanto y en términos tan elogiosos del nuevo filme de Guillermo del Toro –desde que se presentó en el pasado festival de Venecia, primero, y, poco después, en Sitges– que, ahora, además de recordar que estamos ante un logro de primera magnitud, quisiera también uno acorralar las razones de su singularidad en tiempos ansiosos como estos.
Tiempos marcados por el “yo también”, es cierto, en los que sin embargo esta parábola de lo monstruoso, que habla del amor sin avergonzarse, nos recuerda que a veces parecen tiempos de “y tu más”: más correcto, más uniforme, más idéntico, tiempos de miedo a lo diferente.
La forma del agua tira de un optimismo inocente y se arrastra sin avergonzarse por el fango de las ilusiones más primarias. Un poco a la manera Amelie, se reencontrarán con esa sensación del filme de JeanPierre Jeunet: la de reconocer al otro en su extrañeza y sentirse unido a él, incluso en su estrafalaria diferencia. Estamos ante un cuento de hadas con el fondo intransigente de la Guerra Fría. Unos tiempos tan diferentes y, a la vez, tan semejantes a los actuales. Tiempos marcados por la dictadura de lo correcto. Como ahora.
Sally Hawkins, la estrella indiscutible de la función, la protagonista, encarna a una mujer de la limpieza en su carnal existencia. Enamorada de un monstruo anfibio, cautivo en un laboratorio secreto del ejército. El monstruo representa todo lo diferente y todo lo peligroso. Todo lo desconocido.
La forma del agua habla de amor sin avergonzarse ni olvidar el poder del sexo entre una mujer tan muda como aislada (Hawkins) y un monstruo marino tan inquietante como, a la postre, entrañable. En cierta forma, también es la historia de tres disidencias: la muda protagonista, mágica en su silencio como Chaplin; su amiga (Octavia Spencer), sometida a la vida doméstica, y el vecino gay (Richard Jenkins), perseguido. Incluso por él mismo. Los tres frente al sistema que tiene el rostro desencajado de Michael Shannon. Dicen que Del Toro se ha “inspirado” en otras historias. Bueno. Pero el resultado es único.