El líder incombustible de la derecha israelí
El primer ministro Netanyahu culpa a la izquierda de manipular a los medios, los jueces y la policía para incriminarle por corrupción
No pasará nada… porque no ha pasado nada”. Esa es la frase que Beniamin Netanyahu repite una y otra vez en los últimos meses, refiriéndose a las investigaciones de la policía que recomiendan juzgarlo por dos casos de corrupción.
Cuando él empieza la frase, sus seguidores la acaban por él como si se tratara del estribillo de una canción. Para los rivales de Bibi, el primer ministro que lleva más tiempo en el poder en Israel por detrás del fundador del Estado, David ben Gurión, este es el principio del fin de la carrera política del líder de la derecha israelí, de 68 años.
Netanyahu, que incluso en la oposición es visto como un mago de la política, está convencido de que se trata de una campaña de las élites izquierdistas, que utilizan los medios de comunicación, los tribunales e incluso la policía para poner fin a sus victorias electorales.
El conocido escritor israelí Etgar Keret expresaba hace pocos días su estupefacción por las palabras de un taxista que se declaraba un apasionado defensor de Netanyahu y que le dijo: “Aunque Bibi fuese un violador, yo le votaría, porque es el mejor líder que tenemos”.
Netanyahu creció en Jerusalén. Su padre, el profesor Benzion Netanyahu, decidió trasladarse a EE.UU. cuando Bibi tenía 14 años. Regresó a los 18 para cumplir su servicio militar en la mítica unidad de élite Sayeret Matkal. Tras liberarse del ejército, estudió arquitectura en el MIT de Boston y cursó un máster en Administración de Empresas y Ciencias Políticas.
Su carrera diplomática empieza en 1982 en la embajada israelí en Washington y coge fuerza en 1984 cuando es nombrado embajador en la ONU. Al volver a Israel, entró en el Likud y ganó las elecciones de 1996. Tenía 47 años.
Ahora, a los 68, se encuentra ante la amenaza penal más seria de su carrera y se prepara quizá para la batalla final por su supervivencia.
Dos factores pueden ser decisivos: la reacción de sus socios en la coalición a la posible decisión del fiscal general de presentar cargos y la reacción de la opinión pública en las próximas elecciones, previstas para el 2019.
Los casos se van acumulando: el caso 1.000 se refiere a los regalos –champán, puros y joyas– por valor de 225.000 euros que supuestamente recibieron Netanyahu y su tercera esposa, Sara, a cambio de favores políticos. El anterior premier, Ehud Olmert, ha pasado 16 meses en la cárcel por un caso similar.
El caso 2.000 se refiere al intento de influir en los medios de comunicación. Netanyahu acostumbra a dividir a los israelíes entre “nosotros, los que apoyan a la derecha” y “ellos, los demás”. Por eso, con la ayuda del magnate Sheldon Adelson, creó el diario gratuito Israel Hayom, que le hace de portavoz.
El caso 3.000, que la policía continúa investigando, se refiere a la compra de submarinos alemanes y la sospecha de que un abogado pariente del primer ministro y otros próximos a él puedan haber recibido comisiones. Y ayer explotó el caso 4.000: funcionarios próximos a Netanyahu de la compañía telefónica Bezek fueron detenidos bajo sospecha de corrupción.
Según la ley, hasta que sea condenado en firme, Netanyahu no está obligado a dimitir, a no ser que su coalición se desmorone.
Mucho está en manos del fiscal general y asesor legal del gobierno, Avijai Mandelblit, que en los próximos meses tendrá que adoptar una decisión crítica. Si presenta cargos contra el primer ministro, la presión para que dimita aumentará.
Tanto Mandelblit como el jefe de la policía, Roni Alsheikh, fueron nombramientos personales de Netanyahu, que prometió convertir al primero en juez del Tribunal Supremo y al segundo en jefe de los servicios secretos Shin Bet.
Alsheikh ha demostrado, recomendando investigar al primer ministro, que va con su verdad por delante. La pregunta es si el fiscal general hará lo mismo.
Mientras tanto, Netanyahu se presenta como el único capaz de defender a Israel de las amenazas iraníes que, según él, llevaron a la región al borde de una guerra hace diez días, cuando Irán lanzó un dron sobre territorio israelí.
Algunos israelíes recuerdan con nostalgia cómo en 1977 el entonces primer ministro laborista Yitzhak Rabin, que había sido embajador en Washington, presentó su dimisión cuando se descubrió que él y su esposa, Lea, habían mantenido en EE.UU. una modesta cuenta bancaria en dólares, lo que entonces estaba prohibido. Tras esa dimisión, el Likud subió al poder por primera vez. Netanyahu, que tiene dinero en EE.UU. porque ya no está prohibido, dice que luchará hasta el final.
Israel vive una tormenta interna con acusaciones de corrupción y persecución política, la derecha contra la izquierda, y el champán rosado y el humo de los puros, sulfurando los ánimos de todos.
Bibi llegó al poder con 47 años y hoy tiene 68; sólo Ben Gurión ha mandado durante más tiempo que él
El ex primer ministro Olmert ha pasado 16 meses en la cárcel por un caso muy similar al de Netanyahu