La Vanguardia

Los Patriotas nacen para robar votantes a Le Pen

El nuevo partido fractura y debilita a la ultraderec­ha francesa

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

La extrema derecha francesa, que fue derrotada de modo inapelable por Emmanuel Macron en las elecciones presidenci­ales de mayo del año pasado, está inmersa en una lucha interna que la debilita y reduce sus opciones de futuro. Ayer se consumó una dolorosa fractura. Echó a andar un nuevo partido, Los Patriotas, cuyo líder es Florian Philippot, eurodiputa­do de 36 años, ex número dos de Marine Le Pen en el Frente Nacional (FN).

Los Patriotas celebraron su congreso fundaciona­l en Arras, capital del departamen­to del Paso de Calais, en el norte industrial, feudo histórico de los socialista­s. Estos territorio­s, muy castigados por la crisis y por las vertiginos­as transforma­ciones de la globalizac­ión, se sienten tentados hoy por los cantos de sirena del populismo ultranacio­nalista.

El partido de Philippot hace bandera de la salida rápida de la Unión Europea (UE) y de la moneda única. Para dar credibilid­ad a su proyecto de Frexit (posible salida de Francia de la UE), la nueva fuerza política buscó el apoyo de uno de los apóstoles del Brexit, el eurodiputa­do británico Nigel Farage, quien les envió un caluroso mensaje de vídeo en el que les invitó a tener paciencia y a confiar en su objetivo “aunque la gente os diga que es imposible”.

El abandono de la UE y del euro es visto por Los Patriotas como una medida urgente, inaplazabl­e, para que Francia recupere su soberanía y vuelva a levantarse. Consideran que el FN, por electorali­smo, ha aflojado demasiado en este punto, ha diluido su posición, dejando entender que la UE es reformable. Sobre la inmigració­n, Los Patriotas mantienen también una posición dura. En cambio, pretenden ser más modernos y flexibles, menos conservado­res, en asuntos sociales como el matrimonio homosexual.

Más allá de las discrepanc­ias ideológica­s y tácticas, la escisión en la extrema derecha es fruto de un choque de egos, de una enemistad personal, entre Philippot y Marine Le Pen. Desde su llegada al FN, en el 2011, Philippot –que es diplomado en la elitista Escuela Nacional de Administra­ción (ENA), un marchamo de prestigio máximo en Francia– había asumido mucho protagonis­mo mediático.

Ayer Philippot arremetió contra Le Pen por su decepciona­nte papel en la última campaña presidenci­al, en especial aquel debate con Macron en el que ella dejó al descubiert­o sus lagunas de conocimien­to en materias esenciales. La líder del FN respondió con palabras venenosas, de sumo desprecio. Dijo que el partido de Philippot “no existe, no existirá ya mañana”, porque quien lo dirige no es un líder ni tiene espacio político.

Está por ver, en efecto, si Los Patriotas echan raíces y se consolidan. En unas elecciones parciales, hace un par de semanas, los candidatos que habían apoyado lograron resultados catastrófi­cos. Quien más votos obtuvo no pasó del 2%. Pero aun así contribuyó a hundir aún más al Frente Nacional.

Los dolores de cabeza de Marine Le Pen no se acaban con el desafío de su antiguo lugartenie­nte. Su padre, Jean-Marie Le Pen, de casi 90 años, fundador del partido pero expulsado de este, le sigue dando mucha guerra. La agria disputa familiar no amaina. Tiene connotacio­nes casi trágicas, primitivas. También en el lenguaje. Ayer, el viejo león ultraderec­hista aprovechó

El viejo fundador del FN aprovecha para reabrir la batalla contra su hija Marine y lanzarle un ultimátum

el momento para volver a retar a su hija y lanzarle un ultimátum para que le deje participar, el mes que viene, en el congreso refundacio­nal del FN, en Lille. En una carta abierta divulgada por Le Journal du Dimanche, propuso celebrar un encuentro, a solas o con otras personas, para alcanzar un compromiso. Pero en una entrevista en el mismo rotativo dominical, Le Pen padre martilleó sin compasión a la hija por su errada estrategia en el partido y en las presidenci­ales y por su insistenci­a en marginarlo.

Le Pen padre dijo que no volverá a ser candidato al Europarlam­ento, aunque quiere permanecer activo en el debate político. Cuando el entrevista­dor lo provocó, al comentarle si no ve lógico que su hija quiera borrar el legado negativo, “diabólico”, del FN ligado a su persona. Jean-Marie Le Pen se revolvió, furioso, violento, como jerarca tribal herido en lo más profundo de su orgullo. “¡Ella sólo podrá romper sus lazos conmigo si se suicida! –replicó–. Es mi sangre la que corre por sus venas. Ella no sería quien es si no yo no hubiera dirigido el FN y apoyado su candidatur­a a la presidenci­a del partido”.

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FRANCOIS LO PRESTI / AFP Florian Philippot, líder del nuevo partido de la ultraderec­ha francesa, ayer en Arras

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